ALGUNOS se han dado cuenta de que el coronavirus es verídico cuando la Hermandad del Gran Poder ha prohibido besar el talón del Señor. Como pasa siempre con cualquier decisión de cualquier cofradía es polémica: a unos les parece bien y a otros no. En todo caso, no es pionera, porque el viernes pasado, en el besapié de Jesús Nazareno, de la Hermandad del Silencio, ya se prohibió que los devotos besaran el pie directamente. Aunque en ambos casos se podía pasar ante las imágenes y hacer reverencias. Como ha ocurrido el domingo con otras imágenes sagradas, y como ocurrirá según avance la Cuaresma. Este no será el mejor año para los besamanos y los besapiés del domingo de Pasión, después del pregón de Julio Cuesta.

Por supuesto, ni Eduardo del Rey, hermano mayor del Silencio, ni José Félix Ríos, hermano mayor del Gran Poder, han adoptado estas decisiones por capricho o por exceso de celo en las aplicaciones de las medidas, sino por seguir las recomendaciones del Arzobispado de Sevilla, tras ser tratado el asunto por la Conferencia Episcopal. Son decisiones que han establecido para toda España. Pero con un matiz: son recomendaciones, no obligaciones. Y eso lo interpretan en algunas hermandades y en algunos templos como un “haced lo que os parezca oportuno”.

Así hemos tenido un segundo domingo de Cuaresma en el que cada iglesia y cada hermandad lo han interpretado a su modo. Yo asistí a una función principal de instituto, en cuya protestación de fe unos hermanos hacían reverencias, algunos daban besos en el aire, otros preferían un beso al libro de reglas, y muchos le daban dos besos (lo que es una redundancia innecesaria en cualquier caso, ya que se cumple con uno solo) y los que venían detrás otros dos. Con lo cual el libro de reglas se queda para una meditación. Aunque se notaba que los hermanos veteranos eran menos partidarios del besuqueo. En cuanto al gesto de la paz, el sacerdote que presidió la función se lo saltó directamente, pasando del tirón al Agnus Dei. En la comunión cada cual la recibió según sus preferencias, menos de la mitad en la mano.

Con esto se comprueba que los capillitas sevillanos no son como los chinos. Todavía no se conoce ningún caso de capillita infectado por el Covid-19, por lo cual las medidas preventivas les suenan a cuento chino; y todo lo que no se puede llevar a la Catedral con costaleros está muy lejos, en otro mundo, o en las vísperas.

La medida del Gran Poder puede hacer mucho bien. No sé si a las almas, pero sí a los cuerpos, que también es importante.

José Joaquín León