LOS datos de la pandemia del coronavirus en España son mucho peores que en otros países. Y no me refiero al número de casos oficiales, que es aleatorio, pues no se conocen con exactitud, por falta de pruebas. En España se considera que el número real de contagiados es entre cuatro y ocho veces más de lo que dicen las estadísticas. Pero lo más grave es el número de muertos. El 20% de todos los fallecidos por coronavirus en el mundo son españoles. Es el segundo país con más muertos tras Italia. Puede que otros, como EEUU, no hayan alcanzado sus picos. Y que China falseara sus estadísticas. Pero en esos países la población es muy superior a los 47 millones de habitantes de España. Aquí la incidencia de la pandemia es desastrosa.

Al ministro de Ciencia, Pedro Duque, le hicieron esta pregunta: ¿Por qué hay tantos muertos en España? Su respuesta fue poco científica. No se sabe, realmente. Y ese es uno de los problemas básicos: no saben, y mantienen a un señor que se equivocó gravemente, Fernando Simón, y que sigue actuando a tientas. Pero el ministro Duque aventuró, por decir algo, que uno de los motivos puede ser porque en España hay una esperanza de vida alta (es decir, que hay muchos ancianos y ancianas), mientras que en otros países los mayores no suelen alcanzar esas edades.

La respuesta es lamentable, y se comenta por sí misma. En el mes de marzo, la Seguridad Social se ha quedado con 8.377 pensionistas menos. Y es triste cómo están tratando a los mayores en algunos hospitales. No por dejadez, ni por falta de ganas de atenderlos, sino porque no hay medios técnicos ni humanos. Hay que elegir quién se muere directamente. Esto es fortísimo. Como lo es que nos hayamos acostumbrado a que mueran casi mil personas al día en España por el coronavirus.

¿Y por qué mueren? Además de la pandemia, es consecuencia de una mala gestión. El error más grave fue no aislar Madrid a principios de marzo. Madrid era nuestro Wuhan, ya se ha dicho, pero se facilitó que el coronavirus se expandiera desde allí, como lo prueba la enorme incidencia (muy superior a su población) en las regiones y provincias vecinas. A partir de ahí, y de otros errores, se ha visto que no hay medios humanos ni sanitarios para afrontar la pandemia. Encerrar a las personas es un recurso desesperado, ante la impotencia de lo que se les vino encima.

Y lo más curioso es que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no ha pedido perdón todavía, no ha reconocido los múltiples errores, con sus consecuencias mortales, ni ha destituido a nadie.

José Joaquín León