EL alcalde de Sevilla ha cometido dos veces el mismo pecado: no aceptar la realidad de la suspensión de la Semana Santa y la Feria, y crear expectativas falsas. Pero ha sido un pecado venial, bienintencionado, por querer salvar los muebles. Juan Espadas dijo en un determinado momento que la OMS le debería convencer para la suspensión de la Semana Santa. Cuando lo dijo, lo pensábamos todos, incluso los que ahora se lo echan en cara. No era necesario suspenderla antes de tiempo. ¿Hemos visto pasos en las calles, o algo parecido a una Semana Santa con cofradías? No. Pues entonces… Cada decisión tiene su momento. Pero es cierto que a Juan Carlos Cabrera y el equipo de Fiestas Mayores sólo les queda pensar en la Feria de 2021.

La idea inicial era aplazar la Feria de 2020 a septiembre, más en concreto a las fechas del entorno de San Miguel, por darle un toque taurino. A día de hoy, las medidas adoptadas son claramente para suspender la Feria y olvidarse hasta el año que viene si Dios quiere. El Ayuntamiento mantendrá la portada en 2021. Y va a devolver el dinero de las tasas de las casetas, lo que hará innecesarias las denuncias de la asociación progresista de consumidores Facua. También van a reintegrar todo lo pagado a los industriales feriantes, con lo cual se dará el carpetazo definitivo.

Era bienintencionada (y se está desvaneciendo) la idea de organizar un sucedáneo ferial en septiembre, con una duración de una semana, con un festivo por el aplazamiento de la fiesta local de San Fernando y con una ubicación diferente para cumplir las medidas de seguridad. Salvando las distancias, sería algo parecido a lo de organizar procesiones para minimizar las pérdidas de la Semana Santa. Fue una propuesta del cardenal Robert Sarah, pero nadie lo planteó en Sevilla. Ni el Consejo, ni ninguna hermandad. Aunque algunas, como El Cerro del Águila con la salida extraordinaria de la Virgen de los Dolores el 26 de septiembre, o el Gran Poder con su misión a los Tres Barrios del 17 de octubre al 7 de noviembre, tienen anunciados actos externos que son de incierta celebración, a la espera de ver qué ocurre.

Organizar una Feria en septiembre (pero que no sea la Feria) es muy raro y se debe descartar ya. Suponemos que la hostelería, en esas fechas, tenderá a normalizarse, sin que se cumplan las previsiones agoreras de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que situó en diciembre la normalidad inicial para el turismo, provocando la lógica indignación. Aparecen en el horizonte problemas mucho más preocupantes que nuestras Fiestas de Primavera.

José Joaquín León