HAN suspendido los Sanfermines en Pamplona y la Oktoberfest de la cerveza en Múnich, y a continuación confirmaron que no habrá mini Feria en septiembre. Se ha anunciado, precisamente, cuando debía comenzar la verdadera Feria de abril. Ya estaba escrito: era normal que Juan Espadas y Juan Carlos Cabrera intentaran apurar, antes de confirmar la renuncia. Pero es absurdo inventarse un sucedáneo de Feria, cuando están cayendo todas las celebraciones semejantes. En septiembre estaremos desconfinados, se supone, y con cierta tendencia a normalizar la vida, incluso en los bares, con permiso de la ministra podemita Yolanda Díaz, pero hay temor a una segunda oleada del coronavirus en la temporada de otoño-invierno. En Madrid, Díaz Ayuso ha anunciado la suspensión de todas las fiestas y verbenas hasta octubre.

2020 será un año perdido para las fiestas y los espectáculos. Tampoco se podrá celebrar la Velá de Santa Ana en Triana, según la conocemos. Ni las fiestas del Corpus en junio, que movilizan bullas. Se ha perdido una oportunidad para limitar las representaciones capillitas en el Corpus, con la excusa del coronavirus. Estandarte y cuatro varas, y punto. A los abonados de las sillas del Corpus no hay que devolverles nada, porque no las hemos pagado todavía. Otra pena menos para Facua.

Pero nos quedan los festivos locales. En principio, debían ser el miércoles de Feria, 29 de abril, y el jueves del Corpus Christi, 11 de junio. Después de varios cambalaches, se mantiene el jueves del Corpus todavía, aunque no saldrá la procesión, en la confianza de que al menos se pueda celebrar una misa pontifical en la Catedral, según adelantó el arzobispo Asenjo. ¿Con cuántos asistentes? Y otra duda razonable: ¿tendría sentido celebrarlo el jueves, sin procesión, cuando la fiesta litúrgica fue trasladada al domingo en España?

En cuanto al festivo de la Feria (que en su origen correspondía al Santo Rey Fernando, patrono de Sevilla), no se sabe qué hacer con él. Todo lo que se decida sería forzado. La realidad ha cambiado: los dos festivos locales, en las actuales condiciones, se podrían suprimir este año. Lo normal sería renunciar a esos dos días. Algunos dirán que nos corresponden, según las normas laborales vigentes. Pero si estamos disfrutando de un confinamiento de mes y medio, incluso con sus días festivos de Semana Santa y todas las fiestas de guardar, no se echará en falta esa necesidad. Se podrían trabajar a la japonesa, para mitigar las pérdidas del coronavirus.

Un día festivo sin fiesta carece de sentido. Es preferible adaptarse a la realidad.

José Joaquín León