SE ve a simple vista: mascarilla rima con Sevilla y con maravilla y con silla. Pero entre quienes se sientan en las sillas de las terrazas de los bares sevillanos apenas se ven mascarillas, lo cual resulta maravilloso. Los ojos de todas las grandes ciudades de España están puestos en lo que suceda aquí. El bar Jota ya es mundialmente famoso. Madrid, Barcelona y Valencia (también Málaga en Andalucía) se han quedado castigadas, en la fase cero, por lo que Sevilla es la gran ciudad desescalada por su excelencia. En los tiempos de Zoido como alcalde, se hablaba más que ahora de Sevilla como gran ciudad. ¡Lo que hubiera disfrutado Juan Ignacio con Sevilla en el podio de de las grandes ciudades desescaladas! Sin embargo, Juan Espadas no ha presumido de ese logro. Ni tiene muchos motivos. Los incumplimientos en Sevilla son flagrantes.

José Luis Martínez Almeida, alcalde de Madrid (otra gran ciudad), dijo ayer que el uso de las mascarillas debe ser obligatorio en las calles, además de todos los espacios cerrados. Con las únicas excepciones de las personas con problemas respiratorios y los deportistas. Se entiende por tales a los que realmente estén practicando deporte en las calles y parques (o sea, corriendo). Como a Madrid la han dejado fuera, ahora quieren ser más papistas que el Papa Francisco, que ha incorporado las mascarillas a la liturgia. No hay agua bendita en las pilas de los templos, pero sí mascarillas benditas y geles benditos.

Al Gran Simón del mando único le preguntaron ayer por las mascarillas obligatorias y se quedó dudando. Es lo suyo. Duda tanto que un día dice una cosa y al siguiente la contraria. Sobre las mascarillas, primero dijo que no hacían falta para nada. Eso lo decía cuando era imposible encontrarlas. Después, cuando aparecieron algunas, las empezó a ver con más cariño. Ahora sí se puede y sí sirven, claro que sí.

En el programa España directo, de TVE, pusieron un reportaje sobre el primer día en los veladores de la Alameda de Hércules. Y la presentadora preguntó desde Madrid: “¿No hay ninguna mascarilla en las terrazas de Sevilla?”. Los que estaban bebiendo cervezas y gin tonics por supuesto no las usaban, algunos camareros tampoco, y los que paseaban por los alrededores (a una hora que no era la del paseo todavía) ni mucho menos. La mascarilla en Sevilla es como la ardilla. Va dando saltos: uno sí, dos no y aquel tampoco.

En las tiendas y en los espacios cerrados es obligatoria. A los que lleguen a España en avión desde el 15 de mayo se la van a exigir. ¿Y a los demás por qué no? Si hay un rebrote, puede que lo lamenten.

José Joaquín León