EN la noche del sábado pudimos ver que el 90% de los bares del centro de Sevilla (o algo así) siguen cerrados. Hay como una huelga general de bares y restaurantes. La inmensa mayoría de los más frecuentados no han abierto; y eso vale tanto para los más populares como para los más exquisitos. Y no es sólo por tener o no tener espacio para terrazas. Zonas de las que veíamos con más veladores, como el barrio de Santa Cruz, la Puerta de la Carne, la plaza de los Terceros, o buena parte del Arenal, entre otras, mantenían cerrados casi la totalidad de sus bares con veladores. En la calle Albareda y en la plaza de la Encarnación había algunos, pero la imagen era desoladora. Parece que ni en los bares se fían de los clientes, ni al revés. Hay una crisis de confianza, que estropea aún más la vuelta a la normalidad.

Conozco a muchas personas que están renunciando a salir, más allá de lo imprescindible. Tienen miedo a lo que ven. Sobre todo a los incumplimientos generalizados. Entre los jóvenes (entendiendo por tales a los menores de 40 años) predomina la falsa idea de su inmunidad, por lo que muchos pasan de usar mascarillas. Aunque no todos, porque también se ven pandillitas que lo cumplen escrupulosamente. Pero si la mascarilla se ve poco en Sevilla no nos deberíamos extrañar. En la misma noche del sábado vimos un tranvía del Metrocentro en la Plaza Nueva, con sólo cuatro viajeros, de los que dos iban con mascarillas y dos no. Decían que en el transporte público son obligatorias. Pero si no las usan ni algunos policías, ¿qué mensaje se da?

Volviendo a los bares. Resultaron funestas las imágenes del bar Jota (sito en las inmediaciones de San Benito) que dieron la vuelta por los telediarios de toda España el día de la apertura. Otros bares cerveceros clásicos, como Casa Coronado o El Tremendo, han permanecido cerrados. Igual que casi todos los históricos de Sevilla, empezando por El Rinconcillo (que celebra su 350 aniversario en la clausura), o Casa Morales. Ya dijo su propietaria, Reyes Morales, que prefiere no abrir antes que hacerlo de un modo contrario a sus costumbres. Es lo correcto. ¿Qué dirían el Marqués de las Cabriolas y el Conde de la Natilla de la fase 1? Es una taberna que mantiene su estilo, y que es como es. Si no se puede beber un valdepeñas o un vermú como Dios manda, no lo van a cambiar por culpa de Pedro Sánchez y sus científicos locos, que también tratan a los dueños de los bares como si fueran tontos.

Y la señora Ayuso, que no ha entendido nada… No se trata de abrir por abrir. Lo que importa no es la fase 1, sino las formas y el estilo. Se puede o no se puede.

José Joaquín León