SE acabó lo que se daba. Falta una semana. Al coronavirus le quedan siete telediarios. Vuelve el fútbol, y ya no se hablará de otra cosa.Ya no se hablará de Joaquín el de Bélgica, sino de Joaquín el del Betis. Volverá el balón y empieza por todo lo alto, con un Sevilla-Betis como primer partido. Un duelo fratricida, que resultará un poco descafeinado por la ausencia del público. En este caso, para beneplácito del equipo visitante. No es lo mismo sentir el aliento de la afición local (y lo que no es el aliento), o jugar como en un entrenamiento en el estadio vacío. Sin público se oye todo. De modo que si alguien piropea al árbitro desde el banquillo, o le dice “hijo de terrorista” o “señora marquesa”, no hará falta que el cuarto árbitro haga de chivato.

El fútbol volverá y el coronavirus se quedará de capa caída. ¿No vieron la sonrisita del presidente Sánchez el día que lo anunció? Ayer pidió unidad. Anda ahí, cómo sabe el pillín que se le acabará el estado de alarma. Resultará un poco raro que el Atlético de Madrid juegue en Bilbao, mientras los ciudadanos madrileños siguen confinados en su provincia, porque están en otra comunidad y en diferentes fases. Así son las cosas del mando único. Si se fijan bien, el mando único se comporta como la sala del VAR. Después de muchos análisis, rectifican: un ministro dice una cosa y otro la contraria, como Ábalos e Illa con la movilidad, y se quedan igual.

El coronavirus le debe mucho al fútbol. Todo el mundo diciendo que el 8 de marzo permitieron manifestaciones feministas, y es verdad. Pero esa misma noche se disputó un Betis-Real Madrid, con miles de criaturitas en el Benito Villamarín. De eso apenas se habla. Como tampoco de que el 11 de marzo, cuando la OMS alertó a toda Europa de una gran pandemia global (por fin se dieron cuenta), se disputó en Anfield abarrotado un partido de Champions entre el Liverpool y el Atlético de Madrid. Con tres mil aficionados madrileños en las gradas, cuando en Madrid ya habían suspendido las clases en las universidades, los institutos y los colegios. En el Reino Unido, donde el coronavirus entró después, se le atribuyen a ese partido, directamente, varias decenas de muertos.

Pero al fútbol se le consiente todo, porque mueve millones. Fue milagroso que no se disputara el Sevilla-Betis con el Pizjuán abarrotado. Se suspendió la jornada, justo cuando fue decretado el estado de alarma. Todo lo del fútbol es alarmante. Ahora hablan del regreso del público. Habrá fútbol todos los días y habrá futbolistas que no resistirán ese maratón de partidos. Y dirán otra vez que la salud es lo primero; aunque en el fútbol se ha visto que es lo segundo, después del dinero.

José Joaquín León