POR culpa del coronavirus y sus circunstancias, no se habla ni se escribe de otra cosa. Menos aún de la cultura, que ha sido olvidada en esta crisis, en una demostración palpable del nulo aprecio que por esos asuntos sienten los políticos. En este país, la salud es lo primero y el dinero también. Del amor por la cultura sólo se acuerdan unos cuantos chiflados, a los que tratan como si fueran pangolines, algo exótico. Así las cosas, en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras han elegido a su nueva junta, en la que entra como director, el ilustre dermatólogo Ismael Yebra Sotillo, y como vicedirector el ilustre notario Pablo Gutiérrez-Alviz y Conradi, bien acompañados por otros prestigiosos académicos.

A muchas personas de las que vemos por las calles con mascarillas los académicos les parecen como dinosaurios de la cultura. Es señal de que no los conocen. En Buenas Letras hay académicos que abarcan un amplio espectro. Hay una excelente representación de la flor y nata de la cultura sevillana, con repercusión más allá. Quienes conocemos al nuevo director, Ismael Yebra, y al nuevo vicedirector, Pablo Gutiérrez-Alviz, sabemos que son dos señores estupendos (en el sentido intelectual del concepto), que como se suele decir en los ámbitos cofrades son serios, pero no tristes. Es más, son simpáticos, y con sentido del humor. Aunque no están bien elegidos por eso, sino porque son dos humanistas auténticos. Algo que se está perdiendo, como los cielos y los turistas orientales.

A algunos les puede sorprender que al frente de las Buenas Letras sevillanas elijan a un médico dermatólogo, y que el vice sea un notario. Muy prestigiosos ambos, con autoridad, diríamos. Sin embargo, tienen un palmarés. Ismael Yebra es, en primer lugar, un referente del médico ilustrado. Ingresó en la Academia en 2014, con un discurso titulado El libro como arma terapéutica. Resulta de plena actualidad. Ismael es un experto en la Sevilla oculta, y en la España oculta, pues domina todo el repertorio monástico, con pasión y devoción. Entre los libros que ha publicado, tiene uno titulado Sevilla desde la Alfalfa. Desde la calle Candilejo, bien ayudado, controla el panorama, con esa sevillanía de los ilustres de la Alfalfa, que viven justo en el ombligo de la ciudad, pero no para mirárselo, sino para ver más allá.

Probablemente, la Real Academia Sevillana de Buenas Letras afrontará tiempos de apertura, sin variar lo esencial, y manteniendo la fidelidad a sus principios históricos y artísticos. Con permiso de la autoridad (que pasa de la cultura académica) y si el coronavirus no lo impide.

José Joaquín León