ES oportuno el evento que organizaron para relanzar el turismo en Sevilla. Estuvo presidido por el alcalde, Juan Espadas, ya que lo promueve el Ayuntamiento, y se han integrado representantes de instituciones y profesionales. Más discutible es que el lugar elegido sea precisamente el mirador de las Setas de la Encarnación. Según parece, para revalorizarlas como icono. Sería feo pensar que no ha existido un icono tan garboso en los siglos anteriores a su inauguración,. También podrían haber ido a los alrededores de la Catedral, o a un patio del Alcázar. O al monumento preferido de los turistas orientales, que es la plaza de España. Con esa ubicación cosmopolita también dan pistas a los artistas de por dónde va la reactivación. No hace falta ser cenizos, pero lo peor está por llegar.

En los próximos días (en algunos casos a partir del 1 de julio, o puede que un par de semanas después), algunos comercios y bares sevillanos van a volver a cerrar hasta septiembre. Me refiero a los ya abiertos, no a los que permanecen con esa intención desde el confinamiento. La prolongación de los ERTES permitirá que Sevilla reduzca su oferta. Se debe avisar que la desescalada tiene mala pinta. Hubo espejismos, con buena acogida tras las reaperturas. Pero ya se ha visto que sólo con clientes sevillanos, andaluces y españoles (de los que están viniendo pocos) y con los extranjeros (que llegarán a partir del 1 de julio y tampoco serán demasiados) es dura la supervivencia. Aumenta el miedo a una economía local insostenible.

En el evento de las Setas han vendido esperanza. Entre los firmantes figura la Hermandad de la Macarena. Comprendo que Juan Espadas y Antonio Muñoz monten esta campaña para salvar los muebles de oficinas, y los muebles de los hoteles, y los muebles de los bares y restaurantes. Comprendería también que amplíen algunos veladores, en la medida de lo posible y de lo imposible. Sin embargo, no conviene vender humo de incienso: las perspectivas para el verano del Covid-19 son flojas.

Abrir un paréntesis de julio y agosto en Sevilla (como si fuera un confinamiento voluntario) es muy fuerte. Pueden crear nuevas rutas y plantear estupendas ideas, pero falta lo esencial: el buen turista. En este verano será rara avis, como un murciélago de Wuhan. Y a ver lo que ocurre en el aeropuerto de San Pablo. Una parte de los brotes activos de coronavirus en España proceden de otros países. Aunque algunos, como el de la Cruz Roja de Málaga, no han llegado en avión, sino en patera. Seamos precavidos a la hora de testar. Viene un futuro cogido con alfileres.

José Joaquín León