EN la lista negra del coronavirus andaluz han aparecido tres capitales de provincia: Granada, Málaga y Sevilla. Desde luego, no con la misma intensidad, ni con el mismo desarrollo. Recuerden que Málaga y Granada fueron las dos provincias andaluzas que ralentizaron la relajación de medidas y pasaron más tarde a la fase 1 y a la fase 2. En la segunda ola, vemos que tiene más incidencia, en general, allá donde sufrieron más muertes en la primera. Sin embargo, en Sevilla (que tenía una de las tasas de mortalidad y contagios más bajas de Andalucía, junto a Huelva, Cádiz y Almería) la evolución ha ido claramente a peor durante el otoño, según los datos de la Junta.

Tampoco se debe caer en el alarmismo. Al menos, no todavía. Pero sí en una alerta vigilante y activa. En Sevilla han notificado nueve muertes, aunque otros días no hubo ninguna. La presión en los centros sanitarios aún es sostenible, pero actualmente es la provincia con más personas hospitalizadas de Andalucía, con más de 300 enfermos, y también la que tiene más ingresados en la UCI, en torno a 50. La incidencia es más grave (al menos en los pacientes con síntomas) que en Granada y Málaga, que están en el foco; o que Jaén y Córdoba, que tienen confinamientos parciales en Linares y Almodóvar del Río, respectivamente. En la provincia de Sevilla, además de municipios pequeños como Casariche, es preocupante el confinamiento de Écija, al que pueden seguir otros.

El presidente de la Junta, Juanma Moreno, puso el foco en Granada y en su Universidad. La capital granadina, como otras ciudades españolas de tradición estudiantil (por ejemplo, Salamanca), padece la diversión de los jóvenes. Y se trata de universitarios, no chicos desarraigados de barrios marginales, sino futuros médicos, farmacéuticos, abogados, economistas, o lo que sea. Jóvenes que en el futuro serán profesionales, y que en el presente prefieren salir de botellón, en vez de pasar la noche leyendo poemas de Federico García Lorca, Luis Rosales o Luis García Montero, todos granadinos, como fray Luis.

En Sevilla también hay una importante población universitaria. Miles de jóvenes, a los que no hay que tratar como si fueran jinetes del Apocalipsis. Sólo son una parte del problema. El mayor riesgo es la falta de conciencia ante lo que se nos puede venir encima. Anuncian menos muertos, y estamos en un momento Bolsonaro, con la idea del resfriadinho. En Sevilla, el principal tema de charla es cómo será la próxima Semana Santa, y si habráinventos o no; en vez de esforzarnos todos para que la pandemia no siga a lo loco.

José Joaquín León