A final del siglo pasado se crearon incompatibilidades entre el sevillano rancio/cabal y el estadio de La Cartuja. Después el catálogo se amplió a las Setas y a la Torre Pelli. Pase lo que pase, se haga lo que se haga en el referido estadio, aquello es un mamarracho, un despilfarro intolerable y algo completamente ajeno a las esencias sevillanas. Sin embargo, desde el martes, el estadio de La Cartuja entra en la memoria histórica del fútbol español, ya que nuestra selección no le ha ganado por 6-0 a Alemania frecuentemente, sino que sólo lo ha conseguido allí, precisamente allí. Con un marcador de tenis, en el lugar donde España ganó la Copa Davis dos veces.

En contra de la negra leyenda que soporta, el estadio de la Cartuja es un talismán, y funciona entre lo divino y lo humano. No lo digo sólo por la media docena de goles que se llevó la Alemania de Joachim Löw en la histórica noche del 17 de noviembre de 2020, en la segunda ola del Covid 19. Jamás le habían marcado media docena de goles a Neuer, el portero del Bayern Múnich, que pasa por ser el mejor del mundo. Pero esto sólo es un eslabón más en una cadena de singularidades.

La Cartuja es el único estadio sevillano al que ha sido trasladada la Esperanza Macarena, que acudió en su paso, aunque sin palio. El único estadio sevillano donde se ha celebrado una beatificación, la de Madre María de la Purísima, en 2010. Eso en lo que se refiere a la parte sagrada. En la deportiva acogió otros eventos importantes, como un Mundial de Atletismo, una final de la Copa de la UEFA, dos de la Copa del Rey (y otra que se aplazó), además de las dos Copas Davis que ganó España en 2004 y 2011. Y los espectáculos... Por resumir, pasaron por allí artistas como Madonna, U2 o Bruce Springsteen.

Pues todavía hay gente diciendo que ese estadio (obra de Cruz y Ortiz, los dos arquitectos sevillanos del elogiado Wanda Metropolitano) no sirve para nada y que está en Santiponce; y sólo lo recuerdan por la mítica cubierta de la Copa Davis, a la que le han dado una levantá de al cielo con ella. ¿A qué se debe ese menosprecio? A dos causas principales: una, que nunca acogió los cacareados Juegos Olímpicos; y otra, que nunca ha sido el estadio oficial del Betis ni del Sevilla, a pesar de lo que pasó con don Manuel y don Alejandro.

El consejero Javier Imbroda, que conoce la historia desde que era entrenador de baloncesto del Caja San Fernando, lo intenta poner en valor, como ahora se dice. Se supone que lo respetarán más después de la media docena a los alemanes. La Cartuja debe ser la sede de la selección.

José Joaquín León