EL próximo fin de semana debería empezar en el Alcázar una de las citas ineludibles del puente de la Inmaculada en Sevilla. Pero este año pandémico también se ha llevado por delante la exposición de dulces de los conventos. No voy a entrar en la disquisición de si han actuado con exceso de precaución al suprimirlo, mientras que otros mercadillos siguen abriendo. Para cada problema que le pusieran había una solución. No obstante, se trata de ser positivos y prácticos. Como se sabe, la venta de dulces supone un ingreso importante para los conventos de Sevilla, y sobre todo para los de la provincia, que encontraban en el Alcázar una clientela más amplia que la existente en sus confines perimetrales.

Diversas alternativas han surgido para ayudar a las monjas de las clausuras sevillanas. Como la denominada Endulza tu corazón, entre otras. En la venta colaboran comercios y diversas parroquias, como Los Remedios, Corpus Christi, Padres Blancos, San Nicolás, Nuestra Señora del Mar o la iglesia del Santo Ángel de los carmelitas descalzos. También venden dulces conventuales diversas hermandades, como La Cena, San Gonzalo, la Esperanza de Triana, la Soledad de San Lorenzo y otras. Algunas por la vinculación con los conventos de su barrio, otras por solidaridad con las comunidades de religiosas, tanto de la capital como de la provincia.

Y, por supuesto, se puede seguir una ruta del Ave María Purísima, por cuenta propia, visitando los tornos de los conventos: por San Leandro, por Madre de Dios, por Santa María de Jesús en la calle Águilas, por Santa Inés, por Santa Paula, por las carmelitas calzadas de Santa Ana, por San Clemente… Cada cual tiene sus dulces preferidos, que forman parte de una Navidad reconocible: la nuestra.

Sin embargo, no se trata sólo de gastronomía. Esta pandemia ha servido para que muchos sevillanos se sientan más unidos con esas monjas que oran y laboran en las clausuras. Con su humildad y su dedicación han dado un gran ejemplo. Comunidades donde ha entrado el coronavirus, incluso con saña, y comunidades donde se ha mantenido a raya. En todas han sufrido y siguen sufriendo. Y es triste que en el convento de Santa María de Jesús hayan renunciado a la exposición de sus 500 años, que en una ciudad amante de su historia no se puede perder. La Consejería de Cultura les debería ayudar a organizarla, que para eso están también.

En tiempos de tribulación, la cercanía con las clausuras debe aumentar, sin excusas, como un compromiso irrenunciable de Sevilla con sus conventos.

José Joaquín León