DISCUTIR sobre lo ya discutido, aunque sea indiscutible. Esta es la premisa básica para cargarse los proyectos. El alcalde de Sevilla, Juan Espadas, insiste ahora en que no ha planteado la sustitución de las líneas 2, 3 y 4 del Metro por tranvías. Aunque esa propuesta es una de las que aparecen (entre otras) en el Plan de Movilidad Urbana Sostenible para 2030. El alcalde insiste en que la pelota del Metro está en el tejado de la Junta de Andalucía. Pero plantear siquiera esa posibilidad en el documento de trabajo ya es un mal indicio. Sobre todo si tenemos en cuenta otras propuestas suyas anteriores, como llevar el tranvía de Santa Justa hasta el centro por un recorrido semejante al previsto en la línea 2 del Metro. Espadas tiene una pasión por el tranvía que no es capaz de disimular. Ese planteamiento alternativo, de por sí, es un peligro. Puede llevar a otro parón al Metro.

Sustituir las líneas 2, 3 y 4 del Metro de Sevilla por tranvías sería funesto para la ciudad. La hundiría y frenaría su desarrollo para lo que resta de siglo y perjudicaría a varias generaciones. No es una exageración, sino que las obras públicas básicas condicionan el futuro de las ciudades durante muchos años. De hecho, ahora los sevillanos sufren el frenazo al proyecto de Metro que había presentado la consejera Rosa Aguilar y que fue paralizado cuando gobernaba el PSOE en la Junta.

Una de las diferencias entre las grandes ciudades del mundo y las que no lo son consiste precisamente en la red del Metro. Recordemos que el de Madrid fue inaugurado en 1919, por lo que ha cumplido más de un siglo. Ya existía en la dictadura de Primo de Rivera, en la Segunda República y en la Guerra Civil. De hecho, las líneas tienen colores (azul, rojo, verde, amarillo, etcétera), que era una costumbre antigua para ayudar a los analfabetos a diferenciarlas. Actualmente, el Metro de Madrid cuenta con 12 líneas, más un ramal y tres de Metro ligero. En total, 302 estaciones, con una longitud de 294 kilómetros.

Sevilla está peor que Valencia y Bilbao en la utilidad del Metro. Por eso, plantear como opción el cambio por líneas de tranvía es inaceptable. Las diferencias son enormes. Esa propuesta se cargaría la línea 4, convertiría en un sucedáneo la línea 3 (que siempre se ha considerado esencial) y minimizaría la línea 2 en la comunicación de zonas como Sevilla Este con el casco antiguo, o la prolongación a Triana.

Los errores irreversibles en el urbanismo y las infraestructuras se pueden purgar durante décadas. Lo que está en juego no es el debate Metro versus Tranvía, sino el futuro de Sevilla en el siglo XXI.

José Joaquín León