VER a la Virgen de los Reyes bajo luces y guirnaldas de Navidad, entre aplausos de un público ajeno al de sus fieles regresados de las playas o peregrinados desde los pueblos del Aljarafe, que sí estaban, pero mezclados entre una legión de turistas, de curiosos y de compradores de lotería que han convertido la administración de El Gato Negro en la versión sevillana de Doña Manolita. Ver a la Virgen de los Reyes entre aplausos, sin venir a cuento de nada, o entre unos murmullos de charlas tan ajenas y distantes a los silencios de su día. Ver a la Virgen de los Reyes llevada por su cuadrilla de costaleros de Bejarano, con la Banda Municipal interpretando Esperanza de Triana Coronada, Campanilleros, y otras marchas de lo más festivas, como si el palio de tumbilla se tornara en tumba de los costaleros.

Las procesiones extraordinarias dejan imágenes para el recuerdo, y también de las que sirven para rasgar las vestiduras a los capillitas de colmillos retorcíos en las tertulias. También al Señor del Gran Poder, precisamente en la Campana, le tocó la Centuria Macarena dos o tres marchas de cornetas y tambores que no forman parte del repertorio más purista. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, aunque no es imprescindible dar pedradas en las procesiones extraordinarias.

Diciembre no es como agosto, ni siquiera para los seises, que han vuelto. Seises celestes son los de este tiempo. A esa misma Virgen que Sevilla venera como Reina de los Reyes en los días tórridos caniculares, la celebra en su Pura y Limpia Concepción cuando llega el frío de diciembre. La víspera es para que las tunas canten en la plaza del Triunfo a esa Inmaculada de piedra que está siempre mirando airosa al cielo de Sevilla, elevada, pero más abajo del repique en la Giralda. La víspera es para preparar los gozos concepcionistas. Y el 8 de diciembre es el día de la Virgen de la Concepción expuesta en San Antonio Abad, radiante, mientras suenan coplas de otros siglos. El día de la Pura y Limpia del Postigo del Aceite. El día de tantos besamanos, mutados en veneraciones, en este tiempo de los besos que perdimos.

Y es triste que algunos piensen que la Virgen de los Reyes no tiene el mismo enganche que las dolorosas con palios. Esos palios que no son de tumbilla, ni de cuatro varas, sino con doce varales. Sucede que las procesiones extraordinarias no suelen superar a las ordinarias, porque estas son el fruto del devenir del tiempo, la plasmación depurada de la fe de muchas generaciones de sevillanos. El 15 de agosto siempre será para la Virgen de los Reyes. El 7 de diciembre es víspera de la Inmaculada.

José Joaquín León