SE le debe reconocer a Juanma Moreno Bonilla que ha triunfado. Su propuesta de cepillarse el impuesto del patrimonio, para que los ricos vengan a Andalucía, ha sido muy comentada en Madrid y en Barcelona. Eso ya es genial. Pues en Madrid y en Barcelona los asuntos andaluces importan lo mismo que en Sri Lanka o Mozambique. Sólo son noticia cuando el PP gana con mayoría absoluta donde siempre gobernaba el PSOE, o cuando condenan a dos presidentes de la Junta en el caso de los ERE. Por eso, que hablen hasta los independentistas, aunque sea mal, es rarísimo.

Los independentistas sólo se preocuparon por Andalucía cuando Alejandro Rojas-Marcos decidió que el PSA se presentara a las elecciones de Cataluña en 1980 y consiguió dos escaños. Entró en el Parlamento catalán antes de que se constituyera el Parlamento andaluz. Eso les dolió. Aunque Jordi Pujol nunca presentó a CiU a las elecciones andaluzas. A lo más que llegó, cuando vino a Sevilla, fue a visitar el templo de la Hermandad de Montserrat.

Pero, aparte de mosquear a los independentistas catalanes, aparte de que se hable de Andalucía por un día, la intención de Moreno Bonilla tropieza con la realidad. Cuando empezó el traslado de sedes por el proceso independentista, ya se dijo que Sevilla atraería empresas catalanas. En un Foro Joly, se lo preguntaron directamente al entonces alcalde, Juan Espadas, que puso cara de circunstancias. Dijo que se haría todo lo posible para que algunas de las empresas que trasladaran sus sedes vinieran a Sevilla, pero que era difícil.

Más que difícil fue imposible. Según datos del Registro Mercantil, en los cuatro años que siguieron a 2017, salieron de Cataluña 7.007 empresas, aunque llegaron 2.509 desde otras comunidades. La mayoría de las que salieron se trasladaron a Madrid. Por cierto que en ese periodo se fueron 1.251 empresas de Madrid, no sólo llegaron, y su saldo positivo fue de 147 empresas. Pocas sedes empresariales catalanas se trasladaron a Andalucía, aunque el saldo total fue positivo en 88 empresas.

Para alojar sedes y acoger catalanes, Sevilla debe competir con Málaga y con otras ciudades andaluzas. No tiene una capitalidad tan fuerte como Madrid o Barcelona en sus comunidades. Además de la competencia externa entre comunidades, existiría una lucha interna entre ciudades para atraer al rico catalán. Sería curioso que tres cuartos de siglo después de emigrar los andaluces a Cataluña emigraran los catalanes a Andalucía. No en busca de trabajo, sino de chollo fiscal. Será una quimera, pero como fantasía resulta bonita.

José Joaquín León