POR primera vez en los últimos tiempos, las dos Sevillas han alcanzado un acuerdo en cuestiones de patrimonio, quizá porque hay mucho dinero en juego. El pacto de las Atarazanas, confirmado y alabado por la consejera de Cultura, Rosa Aguilar, en el Parlamento de Andalucía, va a lograr lo que parecía imposible. Se ha buscado una fórmula asumible por innovadores y conservacionistas para que Vázquez Consuegra finalmente no proyecte lo que planteaba, pero con unos cambios que no tumben del todo su proyecto. Es cierto que el asunto había degenerado hacia unos términos duros y lamentables: o cargarse las Atarazanas por la vía de dejarlas irreconocibles, o cargarse las Atarazanas por la vía del abandono y aquí no se hace nada.

La historia es conocida. Adepa, la asociación conservacionista que preside Joaquín Egea, consiguió que un juez paralizara el proyecto del arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra. Sin embargo, no fue un ahí quedó. Se ha mantenido una negociación entre ambas partes, con la mediación de Eduardo Tamarit, secretario general de Cultura de la Junta de Andalucía. Así el proyecto definitivo cuenta con el beneplácito de todos, aunque sea a regañadientes. Es un acuerdo de mínimos.

El proyecto inicial de las Atarazanas, que iba a servir como sede del Caixaforum, fue cuestionado con un claro riesgo de irse al garete, sin que tampoco se recuperase el antiguo astillero. Hay una inversión en juego. Tanto Susana Díaz como Juan Espadas no están por la labor de que se desperdicie. De ahí que pactar el proyecto sea una decisión pragmática, antes que un firme convencimiento. Entre lo que se ha descartado, había detalles negociables (como suprimir la fachada abierta a la calle Dos de Mayo) para mantener la cuestión innegociable (instalar allí un centro cultural de referencia para las relaciones entre Sevilla y América.

El centro de las Atarazanas quedaría cercano al Archivo de Indias, así como a la Catedral y el Alcázar. Y contribuiría a consolidar el entorno de la calle Temprado como un gran eje cultural, junto al Hospìtal de la Santa Caridad con su iglesia de San Jorge, y a la vera del Teatro de la Maestranza y la cercana Torre del Oro. Es un lugar extraordinario para el patrimonio de la humanidad que atesora Sevilla.

Salvar las Atarazanas es mucho más que garantizar una inversión necesaria. Ahora hay que recuperar el tiempo perdido.

José Joaquín León