ALGUNAS paridas que aparecen en la campaña electoral se olvidan después. Porque surgen otras paridas tapadas, como la amnistía. Vamos hoy con un poco de memoria histórica reciente. Los precios están por las nubes, el aceite de oliva parece un lujo para los ricos que quieren escapar de la Tierra en cohete. El Gobierno no ha acertado con sus medidas para bajar la inflación de los alimentos, y Yolanda Díaz ya no habla de supermercados, sino que visita a Puigdemont. Escribí que Sumar, la plataforma de Yolanda, tiene un nombre que recuerda al de Suma, una franquicia de supermercados. Quizás por eso, en mayo, Ione Belarra dijo que el Gobierno debería crear unos supermercados públicos que se llamarían Precios Justos. Una idea copiada de Venezuela, donde fracasaron. Ione proclamó como enemigo a Juan Roig, presidente de Mercadona, al que calificó como “capo”.

Mercadona es una de las cadenas españolas de supermercados. En este país operan otras, como Mas, El Jamón o Covirán, que son de origen andaluz, y algunas que son multinacionales, como las francesas Carrefour y Alcampo o las alemanas Lidl y Aldi. Vivimos en Europa, donde existe el libre comercio. El supermercado público Precios Justos sonaba a racionamientos, cartillas, las estanterías desabastecidas como en Cuba y Venezuela…

Los economatos existieron en el franquismo. Desde que llegó la democracia se consideró que era mejor regular los precios a través de la oferta y la demanda. Momentos hubo en que la inflación de la alimentación fue de cero patatero. Si está por las nubes, alguna culpa tendrá el Gobierno del PSOE y Unidas Podemos, que no ha bajado el IVA de la carne y el pescado. Una medida que pidió incluso el BNG gallego, no sólo el PP.

Los economatos sociales existen ya para sectores desfavorecidos de la población. Y funciona el Banco de Alimentos, que colabora en la distribución para los más necesitados. En Sevilla, las cofradías crearon el Economato Social del Casco Antiguo, en la calle Narciso Bonaplata, donde son atendidas familias que utilizan los carnés emitidos por las hermandades y compran a precios más baratos. Como eso se hace de verdad, por ayudar al prójimo, y no para ganar votos, se lleva con discreción. Igual que actúan Cáritas y otras instituciones humanitarias.

Por el contrario, del supermercado público de los podemitas ya nadie se acuerda después de la campaña electoral. Allí podrían haber vendido productos típicos catalanes y vascos. Es mejor vender barato que comprar caro. Vale para todo.

José Joaquín León