EL otoño entró en Sevilla con la borrasca Bernard. No he entendido por qué no la han llamado dana, y han recuperado la denominación tradicional de borrasca, que es anterior a los tiempos de José Antonio Maldonado; ya se le oía a Mariano Medina, cuando se apostaba el bigote en los pronósticos meteorológicos. Ahora no hace falta jugarse el bigote para saber que una borrasca como las de antes provoca el caos en Sevilla y gran parte de Andalucía. Una borrasca merecedora de tal nombre paralizará los servicios de trenes, cortará carreteras y tirará árboles en las vías urbanas sevillanas. Algunos lo atribuyen al cambio climático, pero ha pasado siempre. Y no aprenden para minimizar las consecuencias.

Pongamos por caso el servicio ferroviario. A lo largo del año pueden llegarnos tres o cuatro borrascas como Bernard. Tres o cuatro borrascas que van a dejar retenidos y con retrasos importantes a miles de viajeros. Cualquier chaparrón paraliza los servicios de Renfe en Andalucía, que son como son: modernísimos según ellos; pero no tanto, según los sufridores. Sucedió en septiembre y en octubre. Se suman a los retrasos habituales de los trenes de media distancia y de cercanías que circulan por Sevilla. Total, como viajan gratis, la gente no se queja tanto. Y en el AVE devuelven el importe si hay grandes retrasos.

¿Y qué me dicen de los árboles de Sevilla? En cuanto sopla el viento a más de 50 kilómetros/hora se forma la marimorena. Es cierto que en las provincias de Cádiz y Huelva (donde el viento sopló más fuerte) también sufrieron incidencias. Aunque queda la impresión de que el arbolado sevillano es muy sensible. A José Luis Sanz no le ha temblado el pulso para la tala del ficus de la Encarnación, pero hasta los arbustos más modestos se pueden venir abajo.

La borrasca Bernard pregonó el pasado domingo que el otoño aún existe. El calentamiento global nos había creado la ilusión de un veraneo permanente, pero llega un día en que se acaba. El tiempo reparte momentos mejores y peores, casi todo lo que se calienta después se enfría. Eso le ocurre a algunas parejas, no a todas. Sean negacionistas o no, habrá que abrigarse. También puede afectar a las procesiones en otoño, que son fechas de alto riesgo. Nos lamentamos de la sequía, y nos quejamos cuando llueve. Por eso vienen los sofocones. Bernard nos recordó otros tiempos. Bernard llegó con hambre de castañas asadas. Bernard nos anunció que los difuntos están a una vuelta de hoja del calendario. Bernard era una borrasca rancia. Pasó con rapidez, descargó y se fue, tampoco exageremos.

José Joaquín León