HA sido una suerte que por Doñana no pasen trenes de Rodalies. Por allí ha pasado de todo, pero un tren de cercanías todavía no ha llegado a los humedales. Han sufrido los regadíos ilegales y otros abusos, pero todavía el parque nacional conserva algunas peculiaridades de alto valor ambiental. El acuerdo alcanzado entre el Gobierno de Pedro Sánchez, con su vicepresidenta Teresa Ribera, y la Junta de Andalucía de Juanma Moreno ha sido saludado como ejemplo de consenso en la España del siglo XXI. Pero ¿qué diríamos si el acuerdo de Doñana lo hubieran firmado una vicepresidenta de Pedro Sánchez y Pere Aragonés, el presidente de la Generalitat?

Vamos a imaginar lo que dirían algunos manifestantes de Ferraz si supieran que el Gobierno y la Junta van a pagar 1.400 millones (700 el Gobierno y otros 700 la Junta) para invertir en el entorno de Doñana y que los agricultores cobren en cómodos plazos por adaptar sus cultivos a la nueva ecología, y pasar del regadío al secano. Y qué dirían si ven a la vicepresidenta del Gobierno sanchista y al presidente pepero de la Junta andaluza sentados en una mesa, tras la negociación, cada uno firmando con una pluma el compromiso al que han llegado. Eso sí, sin que lo verifique ningún mediador de la Unesco.

Se ha demostrado que todo tiene un precio, incluso Doñana. De la necesidad se puede hacer virtud. Contra el vicio de pedir está la virtud de repartir con generosidad. No se puede hacer un cesto sin mimbres. En el conflicto de Doñana estaban repitiendo los hábitos habituales de nuestra política. Yo te insulto, tú me insultas, todos nos insultamos. Y decimos que la culpa es tuya, señorito, que te estás cargando Doñana, sin pensar en la biosfera. Hasta que aparece la cartera. Ya no quedan ministros sin carteras, como en aquellos tiempos de la memoria histórica.

Y es mucho mejor, la verdad. Por supuesto que el caso de Doñana no es como el de Rodalies. Por supuesto que no han comprado los votos de los 25 diputados que consiguió el PP en Andalucía (casi el doble que ERC y Junts sumados). Por supuesto que es una plausible fórmula de consenso, que debe acabar con el litigio de un parque nacional y una reserva de la biosfera merecedora del apoyo de todos los partidos políticos, los agricultores, los ecologistas y los sectores implicados. Pero a veces no sólo hay que situarse en el lugar de las aves, sino también en el lugar de los Aves y los cercanías, y entender que los trenes andaluces merecen una solución. Como los de Rodalies. A ver si continúa el consenso con cartera en Andalucía.

José Joaquín León