HOY celebramos las vísperas de la Inmaculada. Estamos en pleno puente de la Inmaculada. Conviene recordarlo, porque ahora, en el afán laicista de los políticos desubicados, lo denominan puente de la Constitución, y mayormente lo dicen quienes menos la respetan. Sin embargo, la Inmaculada es muy anterior a la Constitución, como dogma de fe y como fiesta, como celebración querida por los sevillanos, que defendieron el día festivo cuando lo intentaron eliminar. Gobernaba Felipe González, precisamente. Originó una polémica nacional. En el siglo XXI, la Navidad se anticipa, y se confunde con el Adviento. Pero en Sevilla hay mecanismos para evitar la confusión de los tiempos.

La fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen está ligada a la mejor tradición religiosa de la ciudad. Es también una de las más vinculadas a la piedad popular, como se la denomina ahora. La devoción concepcionista fue defendida con voto de sangre por la archicofradía del Silencio, porque la Madre de Jesús Nazareno fue concebida sin pecado original, y así se profesa, así se canta en las coplas y así se defiende con una vieja espada.

La devoción a la Inmaculada está presente en las hermandades sacramentales. En las procesiones eucarísticas con pasos (en el Corpus de la Catedral, en Triana, en la Magdalena y en algunos más) está presente la Inmaculada, con bellas imágenes, acompañando al Santísimo. Es titular de muchas hermandades, que celebran funciones en su honor. En algún caso, como la Sacramental de la Magdalena, es su fiesta principal de instituto. Se suele decir que es un día para los besamanos. Pero eso es sólo una parte de los gozos, que se pregonan desde el repique en los campanarios al cielo azul y blanco de Sevilla.

El próximo año, en estas fechas, se celebrará el II Congreso Internacional de Pîedad Popular. No eran los días previstos, pero se debe aprovechar. Será insólito ver juntas a las Esperanzas de la Macarena y Triana, al Gran Poder y al Cachorro, a la Virgen de los Reyes, a Valme, a Setefilla y a Consolación de Utrera. Algunos temen que las luces de Navidad ya estén inauguradas por aquellas fechas. Sevilla rematará con esa procesión un congreso al que acudirán varios cardenales con plaza en el Vaticano, para confirmar que la piedad popular ya no es menospreciada como la fe del carbonero, sino que es un timón seguro al que se aferra la religiosidad contemporánea para no hundirse en el olvido.

El 8 de diciembre siempre será día grande de Sevilla, adelantada de los tiempos, refugio para la fe sin complejos.

José Joaquín León