UNA de las mejores exposiciones para la cuesta de enero en Sevilla es la de Pedro Roldán en el Museo de Bellas Artes. Este artículo no trata de la interesante exposición, aunque la recomiendo, sino de la calle que se le dedicó a este insigne escultor, cuyo cuarto centenario se conmemora. Tener una calle en Sevilla puede ser una maravilla. O no, porque hay calles bonitas y feas. En el callejero, los criterios son incoherentes. En Sevilla, vemos calles y plazas con nombres improvisados. Así se ha llegado a una discriminación. No es lo mismo dedicar una larga avenida, o una plaza luminosa, que una callejuela de evacuar necesidades.

Todavía existen calles con nombres ilustres que necesitarían un repaso. Entre ellas, quiero destacar el ultraje a Pedro Roldán. Es uno de los escultores top. El taller de Roldán aportó mucho bien a nuestra Semana Santa, a nuestros templos, a nuestra historia del arte... En teoría, la calle de Pedro Roldán no está en mal lugar, junto al puente de San Bernardo. Confluye con la de Alejo Fernández, que la tiene mejor. Porque en la calle de Pedro Roldán se ubica el edificio abandonado y ruinoso del antiguo mercado de la Puerta de la Carne. Siendo un escultor tan sobresaliente (autor de la efigie de San Fernando, patrono de la ciudad, que sale en el Corpus), don Pedro recibió una calle con un edificio antaño vistoso, pero que hoy da vergüenza de verlo.

La discriminación en el callejero va por barrios. Cuando se cita a Los Pajaritos como uno de los barrios más pobres de España, nadie critica los nombres de sus calles. No están dedicados a personajes ilustres, sino al gavilán, el milano, la cacatúa, el mirlo, el tordo, el búho y hasta el pingüino. ¿Qué méritos aportó un pingüino para merecer una calle en Sevilla? Por los Tres Barrios, en cuanto a nombres propios, hay pocos. Se dedicó una calle a Celestino López Martínez. Y por su entorno está la de Carlos Marx, al que hubiera sido polémico dedicársela en el barrio de Santa Cruz, o entre las marianas de Los Remedios.

Después están las duplicidades. A Murillo, que dispone de una calle cerca de la Magdalena, y a Martínez Montañés, que la recibió en el barrio de San Lorenzo, les añadieron sendas barriadas de las Tres Mil Viviendas, donde también se le dedicó otra a Antonio Machado, que cuenta con una calle en el Tardón, en la feligresía de San Gonzalo. ¿Por qué allí? Lo más machadiano hubiera sido por las Dueñas.

¿Qué diría Pedro Roldán si levantara la cabeza, en su cuarto centenario, y viera su calle? Deberían reajustar los honores.

José Joaquín León