GRACIAS a que la Feria empezó y terminó en abril, el mes de mayo puede lucir este año su peculiar identidad. Mayo es el mes donde se cruzan los caminos del año. En mayo mueren los últimos fríos del invierno y aparecen los primeros calores tórridos del verano. Mayo es la consagración de la primavera, y en Sevilla avanza como una esperanza efímera, que se dibuja en los atardeceres y se desvanece en las madrugadas. Mayo es un mes donde las tradiciones sevillanas se dan la mano y se cruzan en los caminos eternos de la ciudad, momentos idílicos que se rescatan de los sueños. Aunque, para eso, mayo se debe parecer a mayo.

Y este año se queda mayo con todo lo mejor de mayo. Este año no es sólo el Mayo Mariano de las procesiones de gloria, que recorren los barrios. Si el otoño mariano se puede simbolizar en la Reina de Omnium Sanctorum y en el Amparo de la Magdalena, a mayo lo podríamos sintetizar en la Salud de San Isidoro y en la Alegría de San Bartolomé. Sin olvidar otras advocaciones. Este año también es mayo el mes del Rocío, de cabo a rabo, con las peregrinaciones que saldrán la semana próxima de Triana, del Salvador, de la Macarena, del Cerro, del Sur, o la Castrense de Tablada… Es decir, de todos los confines de la ciudad y de sus límites territoriales, con el rumbo marcado hacia la Blanca Paloma. Y este año no se prolonga hasta junio, sino que el regreso también culminará en mayo.

Las cruces se juntan en los cruces de mayo. Las que llevan los niños, con esa espontaneidad que las definía antaño, y las que les preparan sus mayores para mantener las tradiciones. Una cruz de mayo nunca fue una procesión pirata, por lo que la diferencia es sutil y discernible. Las cruces de mayo también se celebran en los patios de palacios como el de los Bucarelli en Santa Clara; o en la secreta intimidad de las casas antiguas, que reviven con flores y mantones de Manila.

Este año es mayo el mes que acoge más procesiones eucarísticas. Para que comulguen enfermos e impedidos. O con custodias y pasos... En total, 17 salen en mayo. En las mañanas frescas de los domingos, Dios está en la ciudad, verdaderamente, no en símbolos, sino presente en la Eucaristía. Pasa entre silencios, a veces entre indiferencia o sorpresa, pero pasa, que es la forma de quedarse según Sevilla. Las mañanas eucarísticas de mayo tendrán su colofón el día 30, fiesta de San Fernando, con la procesión del Corpus, que pondrá el punto final a estos cruces de caminos de mayo, de una Sevilla antigua, no sé si eterna, quizás idealizada, tal vez delicada, seguramente en peligro, un tanto volátil, pero que aún existe y que brilla por encima de las dudas, con el pálpito cierto de la vida.

José Joaquín León