UN poeta sevillano, Antonio Machado, al que le han dedicado una exposición junto con su hermano Manuel, escribió un poema muy conocido, titulado Recuerdo infantil. Fue publicado, hace más de un siglo, en Soledades, su primer libro. Esto antes se estudiaba en Bachillerato, y casi todos los jubilados con estudios secundarios se lo saben de memoria: “Una tarde parda y fría/ de invierno. Los colegiales/ estudian. Monotonía/ de lluvia tras los cristales/”. Después incluye otras consideraciones sobre un cartel de Caín y Abel, el maestro mal vestido, enjuto y seco, y el coro infantil que va cantando una lección. Y sigue lloviendo, con monotonía, no aclara si mucho o poco. Estaban en clase, no las suspendieron, y el poema no dice nada sobre alertas rojas, naranjas o amarillas.

Este poema lo escribió Antonio Machado a principios del siglo XX. Por consiguiente, antes de Franco y de la Segunda República. Antes del calentamiento global también llovía y no había alertas. Con eso no quiero ser negacionista, ni dudar que están subiendo las temperaturas, sino que llover, lo que se dice llover, siempre ha llovido, unos años más que otros. Desde niños hemos conocido inundaciones y sequías. En los tiempos de Antonio Machado y después, la monotonía de la lluvia se afrontaba con un paraguas, o con un sálvese el que pueda, depende.

En estos tiempos tenemos más medios técnicos para prevenir catástrofes. Unas veces se activan las alertas y otras no se enteran. Y, como telón de fondo, las circunstancias. En Málaga, el río Guadalhorce se suele desbordar cuando llueve mucho. Aparte de rezar a la Virgen de la Victoria para que no llueva demasiado, deben estudiar alternativas para encauzarlo mejor y evitar que se desborde siempre que caen 100 litros por metro cuadrado. En Valencia, no sólo ha pasado lo que pasó porque no avisaron a tiempo, sino porque las obras de prevención en el barranco del Poyo no se hicieron. En Sevilla se actuó a tiempo, y estamos teniendo suerte.

Noviembre suele ser el mes más lluvioso del año en Andalucía y en el Levante. Sucede así desde antes de Pedro Sánchez y Carlos Mazón. El hombre, en su pequeñez, todavía no ha conseguido regular las lluvias para que caigan a gusto de la clientela. No siempre se puede escribir un poema a la lluvia monótona en un día de clase en el colegio, como Antonio Machado. A mí ese poema siempre me ha gustado para recordarlo, bien cobijado tras los cristales, en los días grises de lluvia moderada y fina. Sin embargo, ahora vemos la lluvia como algo trágico, que nos da miedo.

José Joaquín León