TODO se critica en Sevilla. Si organizan eventos, porque dejan la ciudad patas arriba. Si no los organizan, porque parece un pueblo aburrido. Si ponen vallas, porque no se pueden formar bullas. Si se forman bullas, porque no pusieron vallas. En el siglo pasado, antes de la Expo 92, se criticaba que había pocos hoteles. Cuando los inauguraron para la Expo y en 1993 cerraron algunos, dijeron que tener tantos era una ruina. Después, suma y sigue. Ahora anuncian tropecientos más. El mejor ejemplo es la plaza Nueva, donde siguen comprando edificios para hoteles. Allí, en 1857, se inauguró la Fonda Inglaterra, que hoy es el hotel más antiguo de Sevilla.
Aunque ya no se denomina fonda, por supuesto, sino que es el Hotel Inglaterra. Casi todos los reyes, políticos personalidades, gentes de buen vivir, artistas, literatos, etcétera, que viajaban a Sevilla se alojaron alguna vez en ese hotel. Adquirió mucha fama en los tiempos de Manuel Otero Luna, que le aportaba un prestigio personal, ya que fue presidente de los empresarios españoles de Cepyme y de los andaluces de la CEA y hermano mayor de Santa Marta (la cofradía de la hostelería sevillana), entre otros cargos. Cuando la Feria del Libro se celebraba en la Plaza Nueva, al Hotel Inglaterra iban escritores y escritoras. Y en el pub Trinity había sus cositas. Todo eso formaba parte del paisaje de la plaza. Como el monumento de San Fernando, que allí se encuentra.
El hotel de la Plaza Nueva siempre fue el Inglaterra. Pero ahora todos los edificios de la mencionada plaza están siendo adquiridos para abrir nuevos hoteles. En poco tiempo, es probable que en la Plaza Nueva sólo haya hoteles y la capillita de San Onofre, donde se organiza la Adoración Eucarística perpetua. Sevilla es así. Antes se cierra un banco que una capillita. Pero no ha sido siempre así. En las inmediaciones derribaron el convento Casa Grande de San Francisco, que era el más importante de la ciudad. Tiempos impíos y anticlericales, con menos procesiones.
Todavía el edificio del Ayuntamiento no ha sido vendido a ningún fondo extranjero para reconvertirlo en el Hotel Casa Grande. Sería la guinda del pastel hotelero de la Plaza Nueva. En el despacho del alcalde se podría ubicar la suite principal. Hay buenas vistas para la Semana Santa y el Corpus. Pero no cedáis a las malas tentaciones. Resistid...
José Joaquín León