SE detecta una merecida expectación por la entrada en servicio del tranvibús. Hay un problema de entrada: no es un tranvía como el que va desde Nervión a la plaza Nueva; ni es un autobús como los de Tussam que van a los barrios de Sevilla. El tranvibús tiene un objetivo, que es conectar con más rapidez el centro histórico (vulgo la Sevilla eterna, que es donde sucede casi todo lo masivo, excepto la Feria y los partidos de fútbol) con Sevilla Este y Torreblanca, que para los tiempos de circulación están más alejados que algunos pueblos.

El alcalde José Luis Sanz y el concejal Álvaro Pimentel aparecen como los principales defensores del tranvibús, que como se decía no es exactamente como el tranvía ni como el autobús. Es un híbrido, eso que está ahora de moda. Ahora se intenta ser algo y lo contrario. Vale para todo, excepto para el fútbol. No se puede ser del Betis y del Sevilla a la vez. Volviendo al tranvibús, en realidad es un autobús eléctrico al que le han puesto un recorrido por la plataforma en la mediana central y unas paradas como las del tranvía. Es decir, que también se le puede ver como un sucedáneo de tranvía, o como un autobús con enchufe para evitar los atascos y circular más rápido.

Los sevillanos de a pie, que se hartaron de andar cuando aquella cumbre de la ONU en Fibes, hasta ahora sólo han visto las molestias. Siempre hay quejas por las obras. Queremos metro, pero sin obras. Queremos tranvibús, o lo que sea, pero sin obras. Queremos puente del Centenario, pero sin obras, y sin atascos y sin mordidas, por supuesto. Sin embargo, las obras públicas son inevitables. El problema no lo tenemos en las obras, sino en su duración. Pues no es lo mismo tardar un año en lo que se podría inaugurar en un mes. La lentitud, el recrearse en la suerte, es lo que perturba al vecindario y al comercio damnificado.

El transporte público es uno de los principales fundamentos para consolidar a una gran ciudad. Sevilla no lo puede ser, si mantiene algunos núcleos aislados donde viven miles de vecinos, y si siguen construyendo barriadas en el quinto pino sin las infraestructuras necesarias. En Madrid se hace al revés: primero el Metro y después el barrio. La gente se conforma con que el tranvibús no vaya sobre los pies y con tener cinco líneas de Metro en el siglo XXII.

José Joaquín León