LA Junta de Andalucía ha ofrecido con orgullo su receta para mejorar la enseñanza en esta nuestra comunidad: más profesores y menos alumnos. Sin embargo, se han equivocado. También hay que pagar las pensiones, así que Susana Díaz aún puede mejorar la fórmula: más profesores y más alumnos. Por otra parte, los alumnos también tienen una receta para abordar su futuro laboral: más funcionarios y menos empresarios. Eso es lo que se deduce del informe de la Cámara de Comercio de Sevilla, que ayer fue presentado por Ramón Bullón. Este informe, como en años anteriores, parece que es una exaltación del espíritu funcionarial. Una de cada dos familias quiere que su hijo trabaje en el sector público, incluso por encima de su vocación.

Se comprueba que ser empresario no está de moda. Incluso ser autónomo se entiende hoy en día como una resignación, cuando no queda otra salida. Parece mucho mejor la jornada de 35 horas y cobrar lo justito para vivir. En el primer trabajo aspiran a percibir entre 1.000 y 1.500 euros mensuales. No está mal, ya que al principio también trabajarían por menos del salario mínimo, según reconocen.

Los valores propagados por la izquierda más indignada y anticapitalista están fuertemente arraigados. Por el contrario, cuando se habla de la cultura del esfuerzo, los emprendedores, la competitividad, la superación personal y otros así, suenan a películas norteamericanas de los amigos de Reagan, o a discursos antiguos de José María Aznar. Hay demasiada confusión.

Según los datos facilitados, el estudio se realizó entre 6.701 alumnos (una muestra suficientemente amplia) de 113 colegios de Sevilla, Córdoba, Cádiz y Huelva, pero también de Badajoz y Santa Cruz de Tenerife. Es decir, que no sólo los sevillanos, también otros andaluces, extremeños y canarios son partícipes de esos criterios. En general, se prefiere ir a lo seguro y social.

La culpa de esos resultados, tan significativos (que coinciden con otros estudios), la tienen los empresarios. Sí, ellos. Que inviertan ellos. Se comprende que nadie quiera trabajar como negrero, explotador, cómplice de la reforma laboral, o imitador de Donald Trump. Por intereses políticos, se ha llegado a la conclusión de que son lo peor de la casta, con sus castas. Deberían lavar su propia imagen, tan ensuciada, antes de que se conviertan en otra especie en extinción. O en funcionarios.

José Joaquín León