LA semana de la movilidad está saliendo de lo más movidita. El gerente de Gaesco, Juan Aguilera, dijo que el PGOU de Sevilla es “un cuento de hadas”. Los empresarios de la construcción están hartos de que no encarguen obras públicas como las de antes. Aquellos tiempos gloriosos de hace 25 años, que conmemoramos con nostalgia. Tiempos en los que hubo obras en la SE-30, la A-92, el aeropuerto, la estación de Santa Justa, en toda la isla de la Cartuja, que era la isla de las Maravillas (Wonder Island, para las orientaciones). Y sin Alicia, sino con Felipe González en la Moncloa, Manuel Chaves en San Telmo y Alejandro Rojas-Marcos en la Plaza Nueva. Aquellos tiempos sí que eran para ponerse cascos en las inauguraciones.

Esos tiempos pasados son los que añoran en Gaesco. Las obras públicas como motor del cambio. ¿Lo ven como las Expos son buenas? Tanto criticarlas, para después añorarlas y pedir a Julio Cuesta que organice un epitafio conmemorativo. Beltrán Pérez también ha intervenido en este asunto. En el PP se han puesto las pilas, que se les habían perdido después de la tragedia de 2015. En el PP están dispuestos a pactar lo que haga falta. Y después de decir que no te cuenten cuentos con el impuesto de sucesiones, ahora se ha descubierto que el PGOU es un cuento de hadas.

En realidad, lo es, porque incluye obras maravillosas que nadie sabe quién pagará. Todo el mundo está de acuerdo en cuáles son las obras públicas que Sevilla necesita en estos duros momentos, cuando el siglo XXI avanza, con las Setas como herencia más relevante para la posteridad. Todo el mundo sabe que hay que construir tres líneas de Metro, empezando por la 3, que es la mía. También hay que terminar la SE-40, que se ha quedado interrupta, con apenas unos 15 kilómetros para disimular. Después hay que darle otra vueltecita a la SE-35, y el enlace de la ronda 20 con la autovía A-4 (Madrid-Cádiz) en algunos nudos que se quedaron sueltos.

Todos estos proyectos, y algunos más, a mayor provecho de las generaciones futuras, que no sabemos si los verán inaugurados en el siglo XXII, o en el XXIII. Podríamos resumir diciendo que hace falta otra exposición universal, cuanto antes mejor. Es la única forma de que el Gobierno de todos los españoles y la Junta de todos los andaluces ejerzan de hadas madrinas en este cuento, para invertir algo en Sevilla.

José Joaquín León