ESTAMOS en las postrimerías de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, que será clausurada mañana. Fenecerá con el puente de la Inmaculada. Así como se discute sobre el emplazamiento y las mejores fechas para la Feria del Libro primaveral, no se cuestiona que los últimos días de noviembre y los primeros de diciembre (con sus puentes) son los mejores para este evento de la Ocasión. No sólo por la cercanía de las fiestas navideñas, sino porque el frío le sienta bien a los viejos libros, y les añade como una pátina polvorienta y melancólica. Libros perdidos, que soñamos con volver a encontrar, igual que se pierden para siempre las bibliotecas de los difuntos, vendidas por sus descendientes.

La Plaza Nueva es como una plaza mayor de Sevilla. La Diputación utiliza su patio en el edificio de la Puerta de la Carne para exposiciones diversas, a las que ya me he referido en otras ocasiones. El Ayuntamiento utiliza sus salones para exposiciones de tono más culto, y con sesgos a veces cofrades, como la que se anuncia del Amor para el mes de febrero. Pero, además, está la Plaza Nueva, que es como un claustro del desaparecido convento franciscano a los pies del Ayuntamiento, tan cerca y tan lejos de las iluminaciones concebidas en Puente Genil.

El libro antiguo no es lo mismo que el libro de ocasión. Esta sería la ocasión para comprar un libro antiguo de los tiempos de Bécquer, o de Cernuda, o de Romero Murube. Pero es también la ocasión de adquirir libros que se nos escaparon en su momento, de autores que hace pocos años eran importantes, a los que ya no reedita nadie.

Por eso, también es oportuno que la Asociación de Amigos del Libro Antiguo, con la Editorial Universidad de Sevilla, presenten cada año una reedición de libros históricos. Este año han recuperado El Cicerone de Sevilla, de Alejandro Guichot, con sus dos volúmenes, el primero editado en 1925, cuando ya se pensaba en la Exposición del 29, y el segundo en las vísperas de la Guerra Civil de 1936.

A Sevilla le sentaría bien tener una Cuesta de Moyano como la de Madrid, con viejos libros, todos los domingos. No sé si una Cuesta del Rosario o del Bacalao. O sin cuesta, aunque sea una plaza cualquiera, algo más allá del Jueves en la calle Feria. Sevilla es una ciudad ideal para los libros antiguos; y para todo lo antiguo en general, que sorprende a los turistas y encandila a los propios del lugar.

José Joaquín León