LAS Hermanas de la Cruz han solicitado alimentos, ropa y donativos. Están desbordadas ante el aumento de personas que acuden a su convento en demanda de ayudas. Ese llamamiento ha provocado cierta sorpresa. Estamos acostumbrados a oír que la situación económica mejora, que la recuperación ya se nota. Aparte de las estadísticas que divulga el Gobierno, aparte de los datos del paro (de los que alardean Rajoy y Susana Díaz, cada uno en lo suyo), aparte del crecimiento del PIB, existe otra realidad: personas que sobreviven de la caridad pública. ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen? ¿Es una pobreza exagerada?

Los contrastes sociales de Sevilla también aparecen en las estadísticas. No se sabe cómo, ni por qué, aquí se han acumulado unas bolsas crónicas de pobreza. De vez en cuando vuelven las lamentaciones por el Polígono Sur o Los Pajaritos. Barrios considerados como los de menos renta de España. ¿Por qué están esos núcleos de pobreza en Sevilla? ¿Por qué no son más eficaces las medidas especiales que las autoridades emprenden en esos barrios? ¿Existe un montaje propagandístico en torno a la asistencia social?

Demasiadas preguntas, cuyas respuestas parecen confusas. Los ayuntamientos cuentan con unas delegaciones de asuntos sociales que son como sus bolsas de caridad. Aportan ayudas, que a veces se ven como limosnas. En Sevilla, los distritos atienden a vecinos que cumplen unos requisitos. Pero no se solucionan los problemas, que básicamente están originados por el paro, la falta de preparación, y en ocasiones por enfermedades crónicas o la edad.

También ayudan las hermandades. Su labor social en Sevilla es conocida, con iniciativas como el Economato Social del Casco Antiguo, aparte de las ayudas personales para pagar recibos cuando afrontan circunstancias difíciles. Esa labor en ocasiones está coordinada con Cáritas.

Otros recurren a las Hermanas de la Cruz. El ejemplo que dio Santa Ángela para entregarse por los demás. Cuando se habla del fin de la crisis, hay un colapso de necesidades, pobres que acuden al convento pidiendo ayuda. Es evidente que las desigualdades se han intensificado, que la mejoría no es igual para todos. Atender a los nuevos pobres del siglo XXI (entre los que hay parados mayores de 45 años y clases medias arruinadas) obliga a replantear políticas y ser más solidarios. La Cruz sigue viva y las hermanas lo recuerdan.

José Joaquín León