POR aquello de no confundir lo cultural con lo cultual, a veces las hermandades han tenido reticencias para organizar exposiciones con imágenes. Sin profundizar en ese asunto (que requeriría una larga consideración), es evidente que en los últimos años se han organizado exposiciones de todo tipo. Basta con recordar las de los últimos días. En el IAPH estuvo expuesto el Cristo de la Agonía, de Vergara (Guipúzcoa), tras su restauración. En el Círculo de Labradores se ha podido admirar el manto de la Virgen del Dulce Nombre, señorial y suntuoso tras su restauración por Jesús Rosado. En las salas bajas del Ayuntamiento se puede contemplar la magnífica exposición de la Hermandad del Amor.

Precisamente el Ayuntamiento, junto a la sede del Círculo Mercantil en la calle Sierpes, han sido lugares de referencia para las exposiciones de las cofradías. Se ha sumado el Real Círculo de Labradores, con su sede de Pedro Caravaca esquina a Sierpes, cuyo patio admite grandes posibilidades.

El Cristo de la Agonía que talló Juan de Mesa y que recibe culto en Vergara (Guipúzcoa), ha sido expuesto en Sevilla en tres ocasiones, contando la última. Estuvo en la exposición Sevilla en el siglo XVII, en 1983. Y en 2017, en la iglesia del Santo Ángel, antes de ser restaurado. Hoy se encuentra en la Catedral de San Sebastián, para llegar el domingo a Vergara.

El manto del Dulce Nombre es una gran obra del taller de Rodríguez Ojeda, que con el palio completa un singular conjunto de bordados. En el patio del Labradores luce con una especial vistosidad. Ha sido una decisión acertada exponerlo, sin limitarse a estrenarlo en Semana Santa.

En cuanto a la exposición del Amor es una de las que no hay que perderse. Y se clausura el domingo. En el Apeadero está el paso del Cristo. Entre lo que más llama la atención, destaca el conjunto de los antiguos bordados de la Virgen del Socorro, que incluyen el anterior palio del taller de Olmo y el manto que antes perteneció a la Amargura y que vestía la Virgen en el incendio que sufrió el paso en 1893. Un manto comprado y restaurado por Rodríguez Ojeda, al que se lo adquirió El Amor.

Este esfuerzo de las hermandades para exponer su patrimonio cumple una función social y cultural. No es un arte para el disfrute privado, sino para compartirlo. Sin perder de vista que la riqueza espiritual, el amor y la devoción están en el origen de todo lo que se expone.

José Joaquín León