PINTAR un cartel de las fiestas mayores y menores sevillanas se ha convertido en una misión de alto riesgo para los artistas. Lo mismo se puede decir si les encargan un paño para la Verónica en la Hermandad del Valle. Se conocen casos de pintores que declinan amablemente esos ofrecimientos. Otros deciden jugarse el palmarés, en plan faena de la plaza de toros de la Real Maestranza, de donde pocos salen vivos. Y no faltan los que convierten la virtud en osadía. Al final, por compromiso, por temeridad, por valentía, o porque les interesa que se hable de ellos, casi todos los pintores sevillanos han picado.

El cartel de las Fiestas de Primavera es de los más difíciles, porque deben combinar la Semana Santa y la Feria, que no tienen nada que ver entre sí, excepto que se celebran en Sevilla y en primavera. Lo que vale para una desentona para la otra. Terrenos pantanosos que pueden hundir al que se lance a loco. El de este año, obra de Jonathan Sánchez Aguilera, ha utilizado lo básico común, que es Sevilla (que aparece escrita en las letras) y la primavera (que se ve al fondo, en los tonos celestiales), con motivos de las fiestas que no desentonan. Siempre hay que tener una idea básica acertada, como supo ver Nuria Barrera con su famoso armario.

El problema viene cuando sale del armario algo que se considera pintoresco, según se vio recientemente. Entonces puede conseguir el efecto contrario al deseado. Si el público sevillano tradicional es considerado conservador en sus gustos, hay una progresía también que puede jalear lo alternativo. Pero, en el fondo, odian lo que alaban, porque no es lo suyo. Les atraen más otras temáticas, ajenas a lo que consideran cañí y olé.

Al presentar un cartel, la responsabilidad es de quien lo pinta y de quien lo encarga. Eso vale también para los paños de Verónica. Un amigo (bastante culto, no crean) decía que el de Guillermo Paneque parece una servilleta con manchas de kétchup y mostaza. Pero, claro, es que Paneque (cuya valía artística está fuera de dudas) no pinta como Antonio López. Su estilo se mueve hacia otros conceptos. No se puede aspirar a que un pintor abstracto entregue un prodigio figurativo. Hay que saber a quién se lo encargan. Después, te arriesgas o no.

¿Y si volviéramos a la fotografía, a lo Luis Arenas? Es lo que se suele decir después de las broncas carteleras. Pero lo principal es saber lo que buscan, si es que lo saben.

José Joaquín León