NO se podrá analizar la Semana Santa sevillana de las primeras décadas del siglo XXI sin repasar los artículos de Carlos Colón Perales. Pero ahí encontrarán mucho más, porque es la herencia de lo que nunca se debió perder. Entre todo lo que ha escrito, brilla un legado inconmensurable que está dedicado al Gran Poder y a la Macarena, dos de sus devociones principales que nunca ha ocultado. Por eso, el libro que ha publicado, Gran Poder y Macarena, con dos centenares de artículos que les ha dedicado en Diario de Sevilla, es una obra de referencia, en la que late el esfuerzo por vivir y por creer, el sentimiento de su autor.

La Semana Santa de Carlos Colón se entiende desde la familia. El libro está dedicado a sus padres, Antonio y Carmen; a su mujer, María de Gracia, y a sus hijos Carlos y Fernando. Con sus padres aprendió, con su mujer vive, a sus hijos transmite una fe que nunca es fácil (“Tu ausencia, Señor, es el infierno”), pero que se encuentra cuando se busca con esperanza (“Eres la puerta del cielo por la que Dios entró en el mundo”). Carlos Colón sigue mirando con los ojos limpios del niño que vio pasar por vez primera a la Esperanza desde el balcón de su casa familiar en la plaza de la Encarnación, junto al antiguo mercado “que nunca debió ser derribado”.

Yo conocí a su padre, Antonio Colón Vallecillo, que era devoto de Jesús Nazareno, y quizá optó por el silencio (por los silencios), y aunque escribió, nunca terminó de contar esa Semana Santa íntima que él vivía y que se llevó al balcón del cielo. Su hijo Carlos recogió el testigo y ha escrito lo que el padre no pudo, o no quiso, y nos ha dejado artículos que sólo se pueden leer con lágrimas en los ojos. Artículos entre los que se alzan sus cinco devociones básicas: Gran Poder y Macarena, y también Jesús Nazareno, Calvario y Amargura.

Armaos que alegran las sombras de San Lorenzo. Nazarenos negros de ruán, sigilosos, por las esquinas macarenas. Armaos con sus plumas blancas frente a las espinas del Señor. Nazarenos negros de esparto y cola que se arrodillan ante el Sentenciado. Armaos que encuentran respuestas en el rostro del Gran Poder. Nazarenos negros que miran el espejo de la Esperanza.

Ese es el símbolo de una concordia que todo lo impregna. Ese es el tributo que ha pagado Carlos Colón en este Diario durante 20 años. Contar sus verdades, quizá la Verdad... Ni la ciudad ni los días se pueden vivir sin el Gran Poder de la Esperanza.

José Joaquín León