NO hay que ser alarmistas, pero tampoco mirar hacia otro lado. La gente va diciendo lo mismo: “¡Anda que si el incidente de la calle Cuna, con las explosiones y el humo, llega a pasar una semana después!”. Pues hubiera sido mala suerte, sí, porque también pudo ocurrir un 20 de agosto con todas las tiendas vacías. O no. Lo primero es enterarse bien de lo sucedido, que no fue ningún atentado, ni ninguna carrerita motivada por la mala educación de tres niñatos borrachos, sino un sobrecalentamiento global eléctrico de unas instalaciones que provocó dos explosiones, una humareda y levantó cinco arquetas  por los aires sin que golpearan a ningún peatón.

A nadie se le escapa que si esto ocurre una semana después se monta un lío. Y si casualmente sucede en la Madrugada (y precisamente en la calle Cuna) también hubiera saltado por los aires todo el Plan de Seguridad del Cecop, junto con las cinco arquetas. A eso es a lo que voy. Se supone que deben revisar también las instalaciones que se calientan más de la cuenta. No es de recibo que quienes salen de comprar en Galerías Madrid, o donde sea, se encuentren explosiones y arquetas voladoras. No es lo habitual, ni lo deseable.

Como suelen decir el ministro Zoido, el concejal Cabrera y las autoridades responsables en la materia, no existe la seguridad absoluta. Y también es mala suerte que esto suceda pocos días antes del Domingo de Ramos, cuando los policías locales empiezan a cortar el tráfico en el centro, cuando ya no llega el tranvía a la Plaza Nueva, cuando los autobuses tampoco pasan por la Campana, cuando vienen los turistas que abarrotarán los hoteles de lujo en los días de temporada alta, cuando la gente se dedica a las compras previas a la Semana Santa, cuando casi todo está preparado.

El Cecop se ha tomado la Semana Santa de este año con una responsabilidad abrumadora. Han ofrecido consejos a los cofrades, que se resumen en: no correr, no gritar, apagar el cirio y quitarse el antifaz. Pero este susto de vísperas ha sido como un aviso, una explosión de la Ley de Murphy, como mentar la soga en la casa del ahorcado. Un infortunio, por resumir.

Y tengan cuidado con las redes sociales, que algunos ya se estaban pasando de listos en Twitter. El simulacro hay que tomarlo en positivo. No ha pasado nada. Antes estos sustos ocurrían, pero no se propagaban y se olvidaban al ratito. Ahora están convirtiendo la ciudad en un sinvivir.

José Joaquín León