YA se han ido los 2.700 hinchas del Bayern Múnich, aunque puede que algunos se hayan quedado disfrazados de turistas alemanes. Cuando se habla y se escribe del turismo en Sevilla, nos referimos a la cantidad y a la calidad, a la mochila y al lujo, a la turismofobia o a la turismofilia. Después está la segmentación por sectores: turismo de congresos, turismo cultural, turismo de chanclas… Pero se nos olvida el turismo de hooligans, que también existe. Gracias al salto de calidad que dio el Sevilla en tiempos de José María del Nido, posteriormente continuado por Pepe Castro, se ha conseguido que la ciudad reciba varias oleadas de miles de forofos  en las últimas temporadas.

En la rivalidad cainita, el enemigo se alegra del mal del vecino. Cuanto peor, mejor. Pero a la ciudad le conviene el éxito de los dos. Para la próxima temporada interesa que el Sevilla siga disputando competición europea. Y hay que animar al Betis (que ya está ahí) para que reverdezca los laureles y vuelva a Europa, como en otros tiempos, cuando Manuel Ruiz de Lopera decía que las criaturitas se habían acostumbrado al caviar de la Champions League.

El turismo de hooligans no ha sido debidamente valorado por el edil Antonio Muñoz, que por cuestiones menores ha ofrecido ruedas de prensa. Por ejemplo, la que montaron para anunciar que Sevilla acogerá la cumbre mundial de aerolíneas de bajo coste de larga distancia. Un evento al que acudirán 250 ejecutivos de empresas turísticas y aeropuertos. ¿Prefieren 250 ejecutivos de bajo coste frente a 2.700 hinchas del Bayern Múnich, o los 3.000 del Manchester United que vinieron? Los 250 ejecutivos caben en un hotel, pero 3.000 hinchas necesitan varios hoteles. Incluso algunos ni siquiera duermen en hoteles, porque se pasan la noche bebiendo en los pubs ajenos a la ley seca (aprovechando que hay madrugadas que no son como la Madrugada), y las mañanas regadas de macetas de Cruzcampo. Es una fiesta para la cerveza, como en Múnich.

El turismo de hooligans mueve mucho dinero en los bares y los hoteles. Mueve incluso helicópteros y cientos de policías. Mueve más policías que en Semana Santa. Y también es verdad que a veces se les ha ido la mano en alguna pelea en un bar, y hay carreritas por el efecto. El turismo de los hooligans es feo, pero se afronta como un mal necesario. Y ya se trata a todos por igual, valientes. Es el sino de los tiempos.

José Joaquín León