PARECE que todo el mundo estuvo en París, en el mayo del 68. Como ha pasado medio siglo, la gente joven ya no se acuerda, porque todavía no habían nacido. El mayo del 68 ha influido en la política y en la cultura, forma parte de los mitos. Pero, en la realidad, no influyó tanto a corto plazo, sino que un mes después, en junio del 68, hubo unas elecciones legislativas en Francia, que las volvió a ganar con amplia mayoría el general De Gaulle, un hombre de orden, mientras que los comunistas del PCF y los socialistas de Mitterrand se quedaron con la mitad de escaños. Muchos indignados no votaron. En Sevilla, y en España, todo eso se vivió como en otra galaxia. Aquí, en abril del 68, se hablaba del triunfo en Eurovisión con el La, la, la, de Massiel en minifalda. La modernidad.

Aquel año 68 no jugó el Sevilla la final de la Copa. Todavía no había dado el salto de calidad, que diría José María del Nido. Aquella primavera del 68 fue horrible. El Sevilla quedó el último y bajó a Segunda División. El Betis quedó el penúltimo y también. Por entonces lo que ahora se llama Europa League era la Copa de Ferias, pero ni el Sevilla ni el Betis estaban para esas ferias. Ese año la ganó el Leeds United.

La Liga española del 68 fue para el Real Madrid ye-yé, de Pirri, Zoco, Amancio y demás, por delante del Barcelona. Pero la Copa se la ganó el Barça al Real Madrid ya, ya, en el mismísimo estadio Santiago Bernabéu, con Franco en el palco, al que  no abucheó nadie. Ganó por 0-1 (gol en propia meta de Zunzunegui) y los hinchas madridistas protestaron contra el árbitro Rigo, y al final lanzaron botellas al campo cuando el capitán azulgrana, Zaldúa, recogió la Copa del Generalísimo de sus manos. No sé qué es peor: eso, o pitar el himno.

Ese año 68 tuvo su cara y su cruz: fue nefasto para el patrimonio sevillano y estupendo para el comercio. Dos meses antes de lo que se montó en París, abrió sus puertas El Corte Inglés en la plaza del Duque. Con un trasiego de palacios por medio, que en estos tiempos sería imposible. Y tres meses después del mayo del 68, vino Franco a Sevilla, donde cortó la cinta inaugural del puente del Generalísimo.

La gente de hoy piensa que hace 50 años Sevilla estaba llena de hippies e indignados, tirando piedras a la Policía Armada y haciendo la revolución. Muchas cosas han variado desde entonces, pero otras no. Algunos ya pedían lo imposible: un Metro y cambios en la carrera oficial.

José Joaquín León