SE diría que han tirado este año la Casa Grande por la ventana, en los nombramientos de hijos predilectos, adoptivo y medallas de la ciudad. Los premios del día de San Fernando van a ser una fiesta. Juan Espadas ha apostado por valores seguros, que otras veces han sido los más inseguros a la hora de los premios. Algunos buscan la originalidad, pero este año han preferido la evidencia. Y así, para los predilectos, han nombrado a Julio Cuesta y Pilar Manchón, dos directivos de diferentes características, pero con méritos reconocibles. Y para el adoptivo han elegido al actor Juan Diego. Han tenido un recuerdo póstumo para José Enrique Ayarra y Pedro Luis Serrera, merecido, pero llega fuera de temporada.

Entre las medallas de la ciudad, hay una amalgama que  justificaría un elogio de cada cual. Personajes diversos, desde Rogelio el de Trifón a los bomberos sevillanos juzgados en Lesbos; desde la Hermandad de Pasión a Cristina Heeren; desde Otto Moeckel a Fahmi Alqhai; desde el profesor Juan Miguel González a la empresa Viñafiel, o el compositor Manuel Marvizón, o los Salesianos de la Trinidad y el IESMartínez Montañes, entre otros. En años anteriores no siempre se dio con la tecla. Siguen existiendo ausencias inexplicables. Igual que en las medallas de Andalucía.

Sin embargo, yo me quiero centrar en Julio Cuesta como Hijo Predilecto. Acierta el Ayuntamiento al reconocerlo. Julio Cuesta no es sólo un directivo jubilado de Heineken (actualmente presidente de honor de la Fundación Cruzcampo), sino que ha sido de todo en Sevilla. Y cuando había que serlo. Estuvo en la Expo 92, en una labor que se la han reconocido cinco lustros después como comisario del XXV aniversario. Estuvo en el Consejo de Cofradías como tesorero (el puesto principal). Ahora ejerce en la Asociación contra el Cáncer. Pero, por encima de todo, ha sido el alma de la Fundación Cruzcampo, el hombre que convirtió la fundación cervecera en una referencia para la cultura y las tradiciones de Sevilla y Andalucía.

Eso no lo relega a un puesto de directivo folklórico, ajeno al emprendimiento y las tecnologías. Al revés: Julio se formó en EEUU y llegó a lo particular de su sevillanía desde lo universal. Con cercanía, con un talante  servicial, a veces anteponiendo los sentimientos al retorno empresarial, en su afán de ayudar a los demás. Y siempre con lealtad y fidelidad a sus principios, entre los que Sevilla está en lo más alto.

José Joaquín León