ESE Dios que aparece hoy en las calles, cobijado en una Custodia, entre arabescos de plata, rodeado de capillas y figuras labradas con exhaustividad por el orfebre, ¿quién es? Todo ese emporio de riqueza enmarca, entre la plata, la humildad del Pan que ha sido consagrado. Evoca la grandeza del Dios universal, la pobreza del Hijo nacido sin casa, el milagro del Espíritu que es invisible y sólo puedes sentir cuando crees. Entre las maravillas de esa Custodia, que labró Juan de Arfe (puede que la más suntuosa de España y la Humanidad), el mayor tesoro es el Pan Divino. Sólo por ese Amor encuentra sentido el Corpus Christi.

Por eso, en este jueves, como el Jueves Santo, con la Eucaristía se hace presente la caridad. En esta ciudad, donde sale la plata a las calles, donde lucen los oropeles más sublimes de las tradiciones, donde vestimos de gala y cuelgan tapices en los balcones, no olvidemos que también Dios vive en los barrios más pobres de España.

Sevilla sigue siendo hoy la tierra de Miguel Mañara y de Santa Ángela de la Cruz. La tierra donde esas hermandades que participan con largas representaciones saben que la Caridad de Cristo las urge. Aunque es cierto que llama más la atención el bordado de un manto, o el cincelado de una candelería, que dedicar un local en exclusiva a la ampliación de una Bolsa de Caridad, como está haciendo el Gran Poder.

En esa Sevilla ha presentado sus datos Cáritas Diocesana. Esa Sevilla todavía está herida por la crisis, todavía no se ha recuperado de las cicatrices, tras agravarse el paro y la pobreza. “En tiempo de desolación nunca hacer mudanza”, recomendó San Ignacio de Loyola. Y en tiempos de crisis ocurre lo peor: el rico acumula más riqueza y el pobre padece más pobreza.

Así lo certifican las estadísticas. Según el Banco de España, más de la mitad de la riqueza del país pertenece al 10% de la población. Según Cáritas, uno de cada cuatro sevillanos que trabaja está en riesgo de pobreza por los salarios bajos. Y el 41,7% de los andaluces sufren las consecuencias. Sin olvidar a los parados crónicos que no reciben prestaciones (en torno al 34%).

Las cifras son frías, y la realidad es dura para muchas familias. Mejorar las políticas de empleo es una prioridad social. Es una obligación moral urgente para quienes ejercen el poder. Sin embargo, la caridad es diferente: apremia a todos, porque no basta sólo con mirar al Santísimo y cegarnos entre nubes de plata.

José Joaquín León