PRESENTO mis respetos, de entrada, a los gays, las lesbianas, los transexuales y demás que no son heterosexuales, o lo que sean. Lo que practica cada cual en la cama, en el coche, o en la playa es su problema, y no hay ningún motivo para discriminarlos socialmente. Otra cosa diferente es que tengamos todos los mismos gustos, pues cada cual disfrutará con los suyos. Aparte de eso, los semáforos anti homofobia que han instalado en San Fernando me parecen una bobada de Patricia Cavada, la alcaldesa. No contribuyen a nada útil. No promueven ningún tipo de tolerancia. Aunque son políticamente correctos con el lobby, y eso es lo único que le importará al Ayuntamiento.

PASA con la corrupción lo mismo que en la vida: a veces pagan justos por pecadores. Nadie que conozca al obispo emérito de Cádiz y Ceuta, Antonio Ceballos Atienza, puede imaginar que sea un individuo corrupto dedicado al tráfico de influencias. Por tanto, colocarlo en la picota pública, por un caso en el que ningún juez lo ha imputado ni lo ha investigado todavía, me parece una actitud no sólo injustísima, sino bochornosa. Afecta a la honorabilidad de una excelente persona que se ha caracterizado justamente por todo lo contrario: por entregar su vida al servicio de los demás, por implicarse en la atención a los pobres, por denunciar las muertes de la inmigración, por estar siempre junto a los más necesitados.

LA vida sigue igual, que nadie se preocupe. Hay que ver lo que han formado con el Congreso del PP y la Asamblea Ciudadana de Podemos. Tanta expectación para que sigan los mismos, y digan lo mismo, y todo sea igual, más o menos. La vieja política y la nueva política se parecen en que si tienes un cargo no es sencillo que lo sueltes. A Mariano Rajoy ya nadie le tose, porque el PP gobierna y España es lo único importante. Mientras que si alguien pensaba que Pablo Iglesias perdería es que no conoce nada de Podemos. Desde aquí nos interesaban también las claves gaditanas. El poder político local sale revalidado tras estos eventos.

SIGUE el frenesí de cambalaches gaditanos que se traen entre manos la Junta, el Ayuntamiento y la Diputación. Entre ellos destaca el caso del solar de la antigua Institución Provincial en San Severiano. Imaginemos que somos bobos del todo, y supongamos que la Ciudad de la Justicia ya está funcionando en los antiguos depósitos de la Tabacalera en Loreto (no reírse ustedes), pues bien ¿en el solar de San Severiano qué ocurriría? En ese solar se había aprobado la construcción de la Ciudad de la Justicia y estuvieron aplazándolo durante más de una década. Hoy sigue tal como se encontraba a finales del siglo pasado. O sea, no hay nada.

LA buena gente no se da cuenta de las dificultades de ser político. Sobre todo no valoran el riesgo especial de ser consejero de la Junta de Andalucía. Un día planteas un proyecto, y la buena gente piensa que las obras avanzan solas, y que los ladrillos se van ajustando como por arte de magia potagia. Pues no. No es tan sencillo, ni tan rápido. Cuando prometieron la última promesa de Valcárcel, lo dije: “Si no lo veo, no lo creo”. Esto se aprende de Tomás, aquel discípulo de Cristo que quería meter los dedos en las llagas. Tomás no estudió en el Valcárcel antiguo, ni salió nunca de cargador en La Palma. Pero, si viviera ahora, sería raro que se matriculara en Valcárcel para Ciencias de la Educación. Tomás allí no metería los dedos en las llagas, sino en el ojo de alguien. Tampoco es seguro que pudiera dormir en ese hotel.