SEGUIMOS viviendo momentos difíciles, con 849 muertos en un solo día. Así las cosas, no estamos para diversiones. Va a pasar desapercibido que en estos días de confinamiento hemos llegado a abril, el mes en el que comenzaba la temporada de playas. En los días de la Semana Santa, además de salir los pasos a las calles, se inauguraba la temporada playera en nuestra provincia. Era digno de admirar la gran cantidad de madrileños que acudían a los hoteles del Novo Sancti Petri, de Conil, de Zahara de los Atunes, de Tarifa, etcétera. También algunos sevillanos alérgicos a los pasos, a pesar de lo que se perdían, se iban a Costa Ballena, o por ahí, antes de que aparecieran ballenas en las playas de Chipiona. Eran otros tiempos.

SE suele decir que cada 500 años hay un movimiento sísmico espantoso que provoca un gran maremoto en el Golfo de Cádiz, y que es peligrosísimo, y que aquí no hay un buen plan para la escapatoria. Y, además, que da igual, porque como nos coja bien cogidos, no hay salida. Pero ahora, con el coronavirus, nos hemos dado cuenta de que viene un maremoto económico de padre y muy señor mío, una crisis que puede ser la mayor del último siglo, y también se está viendo que el plan del Gobierno es que no hay plan, y lo van rectificando cada dos o tres días, y que ponen los vellitos de punta, porque van a hundir a todos. Sin distinciones entre empresarios, autónomos y trabajadores, a todos. Ahora Zapatero hasta nos parece una eminencia, a la altura de Adam Smith, si se le compara con Pedro Sánchez.

NO sé si hemos llegado al pico, como dice el coordinador de Emergencias, Fernando Simón, pero parece el Everest cuando vemos las estadísticas de los muertos. Ya vamos por 6.528 en España. Sin embargo, también hay que decir que no afecta igual a todas las comunidades autónomas. Ya se sabe que el 70% de los fallecidos corresponden a Madrid y a Cataluña. En Andalucía han muerto 207 personas, que es apenas el 3,17% de las víctimas, cuando es la comunidad más habitada de España. Los datos andaluces son buenos y los de la provincia de Cádiz aún mejores. No se puede cantar victoria, pero hay que destacarlo: el esfuerzo de los gaditanos funciona. Al menos hasta ahora.

VIENDO lo que ha ocurrido con la Semana Santa, algunos gaditas acérrimos me han comentado: “¡Menos mal que se salvó el Carnaval!”. Esa apreciación no será del gusto de los capillitas. A Juan Carlos Jurado y al Consejo de Hermandades, igual que en otros municipios de la provincia, les ha caído un buen marrón por delante. Deberán lidiar con unas circunstancias muy adversas y ruinosas para las cofradías. Pero, en lo referido al Carnaval, es cierto que para Cádiz fue un mal menor. Si el confinamiento se hubiera ordenado a principios de febrero, a la hostelería local le hubieran dado un rejonazo de muerte, si es que no lo han recibido ya.

ES una pena que el alcalde de Cádiz, comportándose a lo Kichi, se lance algunas veces sin paracaídas. Es lo que le ha ocurrido con el IBI de la Iglesia, que no sabía a cuántos edificios afectaría, ni cuánto supondría en ingresos, ni que este asunto no depende de él, porque está definido en el superior rango de la Constitución, como le han recordado desde el Obispado. Es un asunto que sólo sirvió para enredar en momentos inoportunos. Asociaciones y hermandades vinculadas a la Iglesia están trabajando en primera línea de la asistencia social para ayudar a los más desfavorecidos, también en la crisis del coronavirus. Kichi lo sabe, y además sabe que cuando pide ayuda para eso la encuentra.