POCO antes de que empezara el estado de alarma, en la noche del sábado, más de 50 autobuses entraron en el puerto de Cádiz para que se subieran en ellos 1.888 personas que viajaban en el crucero Soureveign. Los cruceristas fueron trasladados de inmediato a Lisboa. Como suele pasar en estos casos, algunas personas han criticado que la Autoridad Portuaria (o sea, Teófila Martínez) les permitiera desembarcar en Cádiz. ¿Qué pasa? ¿Acaso los cruceristas no son seres humanos? ¿Si a ustedes les pilla esto en alta mar, les gustaría que los dejaran perdidos y sin rumbo, aunque no estuvieran enfermos? Después hablarán de solidaridad.

ENTRE los derechos y libertades que nos han suprimido a los españoles con motivo del Estado de Alarma, no está la libertad de expresión. Es decir, que no existe una censura previa, ni la autocensura. Aunque algunos creen, equivocadamente, que no se pueden criticar las medidas del Gobierno, porque eso afecta a su eficacia y no es leal. Sucede lo contrario. Todos debemos aceptar y cumplir esas medidas, pero también se puede criticar con fundamento lo que parecen manifiestos errores. Gracias a eso han evitado peligros graves, como contagiar a los peluqueros y peluqueras. Y, además, que las medidas no son perfectas y los mismos gobernantes las incumplen. Como lo demuestra que las esposas de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, y otros políticos han dado positivo. Los últimos en caer han sido Quim Torra, presidente de Cataluña, e Isabel Díaz Ayuso, presidenta de Madrid. Por cierto, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, saludó afectuosamente a Díaz Ayuso, en un acto oficial reciente. Se pudo ver en televisión.

ESTA pandemia del coronavirus está originando consecuencias insospechadas y multitud de contradicciones. Vienen derivadas de la falta de credibilidad de quienes adoptan las medidas. Estoy de acuerdo en que debemos respetar sus decisiones, pero el problema es que no las respetan ellos mismos, y así es más difícil. La Moncloa se ha convertido en un foco de la pandemia. El presidente, Pedro Sánchez, y el vicepresidente, Pablo Iglesias, tienen a sus respectivas esposas enfermas, pero ellos se han saltado la cuarentena. Todos los ministros y ministras deberían permanecer confinados. Ninguno o ninguna deberían salir de casa. ¿Eso que ganaríamos? Eso es lo que harían con usted, conmigo o con cualquiera. Pero el Gobierno no cumple sus propias medidas.

NUESTRO paisano José González está pasándolas canutas con el equipo al que entrena, el Wuhan Zall. El coronavirus tuvo su origen en Wuhan, como se sabe. Pero el equipo de aquella ciudad ya se había escapado a tiempo, para preparar su concentración en Sotogrande (Cádiz). En China paralizan la competición en invierno, aunque no haya coronavirus, así que les vino de perlas. Cuando llegaron al aeropuerto de Málaga se mosquearon, porque los recibieron como si fueran apestados. Sin embargo, lo que ha ocurrido con José González y sus muchachos es sintomático: han pasado más miedo en España y han preferido regresar a China, donde la pandemia se está controlando y ya apenas detectan nuevos casos.

SU padre era obrero de Astilleros y su madre ama de casa, y él fue “el secretario de Pemán”. Y lo fue durante los últimos 25 años de vida de don José María. Antonio Llaves Villanueva era un gaditano dedicado a Cádiz; y por encima de todo un hombre bueno, un católico consecuente, que se preocupó por servir a los demás. Ha fallecido a los 87 años, aunque desde hace algún tiempo permanecía retirado de la vida pública, en su piso de la plaza de Candelaria. Apenas salía de casa para ir con su familia, en la sillita de ruedas, a la misa de una de los domingos en San Agustín. Tras superar varios ictus, su vida se iba apagando, como si fuera el último cirio de su Virgen de la Esperanza.