AL recordar la Transición a la democracia española, se ha valorado el gran peso específico del PSOE de Sevilla. Y si preguntamos por el gran político sevillano de aquel PSOE, todo el mundo citará a Felipe González. Sin embargo, a Felipe se le veía como de los sevillanos en Madrid, sin renunciar a su origen, pero muy bien adaptado a la capital. Los políticos socialistas más inequívocamente sevillanos han sido Alfonso Guerra y José Rodríguez de la Borbolla. Cada uno en su estilo, con sus matices y evidentes diferencias.

UNA de las consecuencias indeseables del paripé ilegal de Cataluña es que ha servido para presentar a la Guardia Civil y a la Policía Nacional como fuerzas de ocupación. Incluso en el extranjero se lo han creído. Al ver las imágenes de los guardias civiles sevillanos expulsados del hotel de Calella donde se alojaban, hemos vuelto a los tiempos de ETA en el País Vasco. Es cierto que no hay una banda terrorista. Pero hay un grupo bien preparado de radicales próximos a la CUP, que saben lo que deben hacer para agitar a las masas. Un error de Rajoy ha sido no tener respuestas adecuadas para esas trampas, en el caso de que los Mossos se inhibieran, como era de suponer.

AYER no se hablaba de otra cosa, y hoy tampoco. En Sevilla, es normal que se viva con intensidad lo que ocurre en Cataluña, por diversos motivos, entre ellos que el ministro del Interior afectado por la polémica de la actuación policial, Juan Ignacio Zoido, fue el anterior alcalde. Y, además, ayer estuvo en Sevilla, presidiendo el Día de la Policía, en la festividad patronal de los Santos Ángeles Custodios. Frente a la campaña de críticas, elogió a los policías enviados a Cataluña, de los que Zoido destacó “su heroicidad”. Entre los presentes, además de Antonio Sanz, como es normal, estaba el alcalde, Juan Espadas, y la consejera de Justicia e Interior, Rosa Aguilar. El PSOE andaluz no se hizo el sueco.

CUANDO Juan Ignacio Zoido tomó posesión como ministro del Interior el 4 de noviembre de 2016 se dijo en Sevilla que le habían dado una patada hacia arriba. Más que nada para que no siguiera como portavoz de la oposición municipal, después de haber sido alcalde con 20 concejales. Y para apartarlo de las luchas en el PP provincial, entre el entonces presidente, Juan Bueno, y la entonces aspirante, Virginia Pérez. Ha pasado menos de un año. Los independentistas catalanes, con Puigdemont a la cabeza, acusaron ayer a Rajoy y a Zoido de ser los culpables de lo que sucedió en Cataluña. A esta idea se sumaron personajes que se apuntarían a un bombardeo (pacífico, por supuesto) para echar al PP de la Moncloa, como Pablo Iglesias y sus colegas de Podemos.

ES normal que en Sevilla se viva con pasión la pantomima bananera de la Generalitat catalana, que han disfrazado de referéndum. Después de pisotear los derechos más elementales de los españoles, empezando por la integridad territorial consagrada por la Constitución, se sienten agraviados, y mantienen el desafío con una desfachatez que supera todas las previsiones. Sin embargo, llama la atención que el guirigay independentista cuente con el entusiasmo del alcalde de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo. Además de colocar la bandera estelada catalana en el Ayuntamiento de esta población sevillana, ha anunciado su presencia en Cataluña. Acude como “observador internacional”.