CON todo lo que está pasando en Cataluña, ha tenido escaso y fugaz impacto mediático un hecho que me parece muy preocupante: la censura cultural ha vuelto a Cádiz. Por si quedaba alguna duda de que favorecen a unos, en detrimento de otros, a la hora de programar, han dado un paso para ir más lejos. Se interrumpió un ciclo de cine israelí, que había empezado a proyectarse en el ECCO, cuando todavía faltaban dos películas. La motivación fue totalmente política, sin disimulos, con el argumento de que Cádiz se ha adherido a una campaña de Apartheid a Israel, “como respuesta económica a la ocupación de Palestina”.

A lo largo y ancho del verano, no se ha hablado de otra cosa en el Ayuntamiento que de la municipalización de los servicios de playa. Hemos entrado en el otoño caliente (con tiempo de verano, a 30 grados) y la playa de la Reina Victoria está más sucia y con servicios mínimos. Ya he escrito en otras ocasiones que lo importante de los servicios no es que sean municipales o privados, sino que funcionen con eficiencia y con un coste razonable. Pero en Cádiz se les ha ido toda la fuerza por la boca. Se habla de los chiringuitos de invierno, de prolongar la temporada, y de no sé qué más. Pero la realidad es que los servicios de playa han sido prácticamente desmantelados.

SABEMOS que no es lo mismo una manifestación con un millón de participantes en Barcelona que con varias decenas en Cádiz. En las grandes ciudades, el éxito se mide por el millón de participantes. En ese sentido, la convocatoria de ayer en Barcelona fue un éxito para la Cataluña constitucional y democrática que quiere seguir siendo española. Está científicamente demostrado que en todas las manifestaciones con “un millón” de participantes no hay ni la mitad. Pero si la Guardia Urbana de Barcelona, a las órdenes de Ada Colau, dice que había 350.000 significa que había más o menos lo mismo que en las grandes concentraciones independentistas. Fue un éxito. Y estuvo muy bien que dieran la cara Mario Vargas Llosa o Josep Borrell, a los que no es tan sencillo acusarlos de fachas. No obstante, hay que recordar que las grandes manifestaciones de la democracia son las elecciones.

HA sido un detalle bonito inaugurar la estación de autobuses de Cádiz en las vísperas de la Virgen del Rosario. Como un acto previo al pregón que pronunció Luis Rivero. Sin embargo, con la inauguración, ha quedado de manifiesto que a Cádiz le faltan dos avenidas, y que se deben terminar cuanto antes mejor. Esta ciudad sólo tenía la Avenida, que en sus inicios fue de origen romano. En los tiempos post romanos de la alcaldesa Teófila y del ministro Álvarez Cascos se construyó la avenida del soterramiento sobre la vía del tren, dedicada al rey Juan Carlos I. Desde entonces, Cádiz tenía dos avenidas de verdad y algunas más de mentira, como la avenida de la Bahía, donde construyeron un paseo marítimo, pero no una avenida verdadera que encauzara la salida de tráfico.

ES increíble, pero cierto. Ayer sentí que volvíamos a los tiempos del Bicentenario. Se celebró un acto de postín en el Oratorio de San Felipe Neri, con la presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor. Y aunque ella habló, en un plan institucional, sobre los difíciles momentos, era la misma Ana que venía a ver las obras del Segundo Puente, y se subía y se bajaba, acompañada por Teófila Martínez, que también estaba en el Oratorio, como en tantos actos bonitos del 2012. Por el contrario, no se encontraba allí el alcalde González, que no ejerció de alcalde de todos los gaditanos, como tampoco en el 2012, cuando no era alcalde, gracias a Dios, porque venían muchas personalidades.