LOS ministros aplaudieron a Pedro Sánchez por los resultados de las subvenciones europeas. Ya lo escribí, como si les hubiera tocado el Euromillones o el Gordo de Navidad. A la peña de la Moncloa sólo le faltó brindar con cava. ¿Cava catalán? Por culpa de los socios indepes del Gobierno, por culpa de Quim Torra y sus consellers, España entra de nuevo en las listas negras de media Europa, coincidiendo con el turismo de verano. Hagan las cuentas, no sólo para formar gobiernos con Frankenstein y su pandilla. Han pasado cuatro meses y medio desde el estado de alarma. El Gobierno no ha aprendido. La segunda oleada avanza, mientras ellos y ellas aplauden con entusiasmo.

PODEMOS entender que los partidos no dicen lo mismo cuando están en el poder o en la oposición. Podemos entender que para un partido como el PSOE de Andalucía, que ha gobernado aquí tantos años, el momento es de duda existencial. Particularmente, porque un político puede estar en la oposición para llegar al poder (como le pasó al mismísimo Pedro Sánchez, o antes a Rajoy y Zapatero; y en Andalucía a Juanma Moreno), pero pasar del poder a la oposición es duro y se hace cuesta arriba. Porque existe un pasado. Por eso sorprende la oposición de Susana Díaz a la Junta en la crisis del coronavirus. Un ejemplo: ha pedido que repartan mascarillas gratis en Andalucía.

LAS elecciones vascas y gallegas han estado gafadas desde el minuto 1. Las convocaron para el 5 de abril, que era el Domingo de Ramos. En el pecado han llevado la penitencia. En Andalucía nos quedamos con la amargura de no ver ni una procesión ese día (ni los demás tampoco), pero ellos se quedaron sin votar. Aunque Urkullu es del PNV y Feijóo es del PP son amigos para siempre, en plan “Alberto, ¿qué día lo ponemos?”. “Vamos a pensarlo bien, Íñigo, que ya se nos ha fastidiado una vez”. Y así se les ocurrió el 12 de julio, que es hoy, lo más pronto que pudieron. Pensaron que aplazarlas al otoño sería peor, por miedo a la segunda ola del coronavirus. Parece que no iban tan mal encaminados. Era elegir entre lo malo o lo peor.

ALEMANIA perdió las dos primeras guerras mundiales. En la segunda, los nazis de Hitler fueron derrotados por las fuerzas aliadas democráticas, encabezadas por EEUU, Reino Unido y Francia, en coalición con el comunismo soviético de la URSS. Han pasado 75 años (tres cuartos de siglo) desde que acabó aquella Segunda Guerra Mundial que destrozó a Alemania y la dividió en dos: el Oeste democrático y el Este comunista. Sin embargo, tras la pandemia del coronavirus, se puede decir que Alemania ha ganado su guerra, que en esta ocasión no ha disputado con armas, sino con la inteligencia.

EN esta historia hay cánticos de sirena, pero también canta un gallo. La sirena es Nadia Calviño, que recorre mares entre tempestades, aspira a presidir el Eurogrupo, y ejerce como fiel guardiana del rescate de Bruselas. La sirena Nadia canta cuando le conviene, y toca la flauta, y se ha cargado el impuesto a los ricos que quería implantar Unidas Podemos. Pablo Iglesias no ha sido capaz de resistir. Ha naufragado en uno de los proyectos que presentó como irrenunciables, pero más vale un sillón de vicepresidente que estrellarse. Dicen que han aparcado la subida de los impuestos para ayudar a la reconstrucción del país. Con lo cual asumen una teoría que va contra el ideario de la izquierda: resulta que las subidas de impuestos no ayudan a reconstruir los países. Marx era más revolucionario.