LAS ratas han vuelto. Este verano hemos leído más noticias de ratas que de medusas. Las denuncias de los vecinos empezaron en las grandes ciudades (Barcelona, Madrid y Sevilla) y después se sumaron otras poblaciones que también reclamaban sus cuotas de raticidas. Mientras se hablaba de una posible crisis de ministros en la Moncloa, y del repartir surrealista de las consejerías en San Telmo, las ratas salían a la luz y presumían de poderío. En tiempos del franquismo se hablaba mucho de las ratas, a las que vinculaban con la pobreza. Afectaban más a los barrios pobres. Pero las ratas de hoy en día ya no hacen distinciones.
EL indulto de José Antonio Griñán se puede asumir por razones humanitarias. Sería como la frase de Concepción Arenal: odia el delito y compadece al delincuente. Sin embargo, parece obvio que la intención de un sector del PSOE no es sólo evitar que Griñán ingrese en prisión, sino descalificar la sentencia de los ERE y blanquear un caso turbio. En este país, algunos políticos han aprendido que las leyes no son iguales para todos. Y, por encima de la ley, colocan el relato. El objetivo de falsear el relato es convertir al culpable en agraviado. Es un truco grosero, ya conocido y practicado.
PODRÍAMOS decir que la Clasificación Académica de las Universidades del Mundo (nombre oficial del conocido popularmente como Ranking de Shanghái) es algo así como el Estudio General de Medios para la prensa y la radio. Cada cual lo maneja según le conviene. Las universidades andaluzas lo están utilizando en su provecho, unas con más argumentos que otras. Pero la realidad del ranking mundial de universidades es elocuente: sigue dominado por las de EEUU (las más prestigiosas, las que más suenan) y no hay ninguna española entre las 100 primeras. Para Andalucía, los datos no son buenos, ya que sólo incluyen a dos universidades (Granada y Sevilla) entre las 500 mejores.
DIOS salve al Rey. Porque si espera que lo salve el Gobierno, que le debe respeto institucional, lo tiene difícil. El episodio de la espada de Simón Bolívar ha sido el último esperpento en el festival de comedias de Podemos. Este partido (o lo que sea, pues ni ellos saben lo que son, desde que renunció el gran titiritero) forma parte del Gobierno de Pedro Sánchez, pero se comporta como un partido antisistema de ultraizquierda. Es bochornoso que le reclamasen disculpas a Felipe VI por supuestamente no respetar unos símbolos ajenos, cuando ellos no respetan los símbolos de España, empezando por el Rey, que es el Jefe del Estado al que menosprecian.
DECÍAMOS no ayer, sino el pasado miércoles, que los políticos guapitos han tenido una favorable acogida en las urnas. Desde Adolfo Suárez hasta Pedro Sánchez. ¿Y las políticas guapitas? Pues no, salvo excepciones. Este es un país machista, a pesar de las campañas del Ministerio de Igualdad para que las señoras se dejen los pelos en los sobacos, en vez de fomentar que los señores se los depilen también. En este país, las políticas guapitas duran poco. Ahí ven a Inés Arrimadas. En Ciudadanos sustituyó a Albert Rivera para la reconquista, como si dijeran “vamos a cambiar guapito por guapita”. Empezó bien, pero los conduce al réquiem. Ni ella, ni Begoña Villacís, evitarán el desastre.