LA ineficacia al gobernar se paga. Tenemos un Gobierno de coalición y sin cohesión, en el que una médica es ministra de Hacienda, una abogada funcionaria es ministra de Sanidad, un artista del baile que empezó dos carreras y no terminó ninguna está al frente de las autonomías, una psicóloga emparejada con un vicepresidente que dimitió está transformando los géneros, etcétera. Y en el que el presidente Pedro Sánchez, encantado de conocerse en la Moncloa, nombró ministra de Exteriores a Arancha González Laya, una abogada vasca especializada en comercio, que ha trabajado en la ONU y la OMC, y que presentaba un perfil de los mejorcitos del gabinete. Pero ha demostrado poca capacidad diplomática y mucha cara dura para negar la realidad.

A los disparates del Gobierno de Pedro Sánchez se debe añadir que le ha dado la puntilla a la Justicia. También es cierto que algunos jueces han contribuido con mucho gusto. Ha quedado la idea de que los jueces son como los árbitros y que las leyes son como el VAR. En la práctica, hay criterios varios. Aunque, en teoría, están para que se apliquen y punto. Entonces la gente piensa que sufrimos un caos jurídico. Este país era católico y ahora es caótico, la reserva espiritual del caos. Así se ha llegado a la actual situación: en Baleares y la Comunidad Valenciana permiten toque de queda, público en los estadios para La Liga y tienen presidentes autonómicos del PSOE. En Andalucía, no hay nada de eso; pero es la única autonomía donde permiten que el ocio nocturno abra hasta las dos de la madrugada.

DESDE que comenzó la pandemia del Covid 19, en España hemos tenido cuatro elecciones autonómicas: en Galicia y País Vasco (julio de 2020), Cataluña (febrero de 2021) y Madrid (mayo de 2021). Cuatro convocatorias con un electorado de muy diferentes costumbres. En todos los casos, hubo intentos de extrapolar los resultados al conjunto de España, y en todos los casos es un error. Sin embargo, las elecciones del pasado martes en Madrid dejan dos sorpresas a no olvidar. Una es que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias podían pagar en las urnas su desastrosa gestión sanitaria y económica de la pandemia, en la que tomaron por tontos a los españoles. Y otra que cuando había más extremismo ha subido la participación, pero no para votar contra la derecha (como era lo habitual en tales casos), sino para votar contra la izquierda.

TAMBIÉN esto pasará. Sólo faltan dos días para las elecciones autonómicas de Madrid. Sí, autonómicas, aunque parece que el futuro de España y la Humanidad dependen de lo que decidan los madrileños y las madrileñas el 4 de mayo. En Madrid viven ciudadanos (y no son pocos) firmemente convencidos de que toda España es como Madrid. Aunque hay otras comunidades autónomas, en total son 17; y algunas, como Andalucía, tienen más habitantes y más provincias. No se ha demostrado todavía por qué Madrid necesita ser autónoma de Madrid, quizá les bastaría con una Diputación Provincial. Pero ahí los tienen: abriendo todos los telediarios de las Españas con sus ocurrencias.

ALGUNAS profecías son fáciles de acertar. Por ejemplo, en enero de 2020, cuando suprimieron el peaje de la autopista AP 4 Sevilla-Cádiz, después de varias campañas populistas del PSOE y el PP, yo escribí que era una medida reversible. Es decir, que no pasarían muchos años, puede que sólo dos o tres, hasta que volvieran a implantar el peaje. Ya por entonces Bruselas advertía a España sobre este asunto. Sin embargo, José Luis Ábalos (el mismo ministro que ahora los defiende), acudió al control de Las Cabezas para hacerse una foto y elogiar el rescate. Nuestro país, tan rumboso para el gasto público, es el que obtiene menos ingresos por peajes en la Europa occidental. En 2019, el Estado afrontó un déficit de 7.500 millones en la conservación de las carreteras. Dinero que se podría destinar a las pensiones, o al ingreso mínimo vital, como dirían ellos, mientras los ricos pagan los peajes.