ASÍ que cuando estaban en lo mejor para ellos (para los independentistas, se entiende) llegó el gatillazo. Fue una gran decepción, que los revolucionarios desenfrenados de la CUP no le perdonarán. Cuando estaban a punto de alcanzar el éxtasis tan esperado, él se vino abajo, y dijo que no podía. Así que lo proclamaba, pero reconoció que lo suspendía, y que había llegado el momento de dialogar. A ver si la próxima vez le sale mejor. Uno de los expertos que mejor conoce este asunto, Josep Borrell, lo resumió en una frase profética tuitera: “Evitarán la tragedia, pero continuarán la comedia”.
HEMOS entrado en los días más filosóficos del procés. Con esto no quiero decir que Mariano Rajoy sea un nuevo Parménides, ni mucho menos que Carles Puigdemont se asemeje a Nietzsche. Tan sólo que toca pensar, después de los incidentes del domingo pasado, y de las urnas con más votos que votantes. Los exégetas de Rajoy han explicado que no está de brazos cruzados, como sospechan muchos españoles, sino que practica la Teoría de la Acción y la Reacción. Soraya lo tiene todo previsto, a pesar de la reprobación de Pedro Sánchez para ayudar. Se trata de responder con una reacción legal a cada una de las acciones ilegales. También se trata de no pasar a la acción con precipitación, porque entonces la CUP tendría la oportunidad de una reacción para afianzar la sublevación.
EL conflicto de Cataluña forma parte de otro más grave, que es la impotencia de Europa. Estamos volviendo al escenario de hace un siglo, a lo que había antes de la Guerra Civil española (en clave interna) y antes de la II Guerra Mundial (en clave europea). Vivimos en unos tiempos en los que casi todo se reduce a la economía y los intereses, como se ha visto en la cumbre europea de Tallin. Los políticos no entienden que este es un problema ideológico. Han perdido las ideas que inspiraron la Europa democrática. Sólo quedan los restos del naufragio. La sociedad se polariza por el odio de clases. Así engordaron, hace un siglo, a los fascismos (por la extrema derecha) y al comunismo (por la extrema izquierda).
TODO el mundo quiere saber lo que pasará el Cataluña a partir del 1-O, que es el próximo domingo. Nadie lo sabe con certeza. Sin embargo, la espiral de locura que abrieron Puigdemont, Junqueras y los de la CUP siguen adelante, por muchos guardias civiles y policías que impidan las votaciones. En lo político, no han dado ni medio paso atrás, desde que comenzó el procés. Significa que, a partir del lunes día 2, pueden caer en la tentación de declarar una independencia unilateral, que carecería de virtualidad internacional, pero sería muy apreciada por sus huestes, como sustento emocional. La otra opción, la más sensata, sería convocar elecciones autonómicas en Cataluña.
A Pablo Iglesias, y a los de Podemos en general, se les nota demasiado que el procés de Cataluña les incomoda. Para empezar, obliga a definirse en una cuestión donde les conviene mantener la cobardía de la ambigüedad. Para seguir, les crea un conflicto territorial en Cataluña, donde sus bases son independentistas, y les origina un marrón en el resto de España, porque pueden desencantar a votantes que arrebataron al PSOE. Para justificar lo injustificable, sus dirigentes (incluyendo a su lideresa andaluza Teresa Rodríguez) han optado por la cuadratura del círculo: apoyar el referéndum, pero no la independencia de Cataluña.