POR primera vez en los últimos meses, no ocurrió lo peor, sino lo menos malo. Es lo que piensan los franceses, que son pragmáticos. Haciendo las cuentas, se nota que a Emmanuel Macron lo han votado desde la derecha a la izquierda pasando por el centro. Es como si aquí votan a un candidato desde el PP al PSOE pasando por Ciudadanos. Toda la trama unida, para entendernos. Mientras Marine Le Pen, que no ha pasado del 35%, además del voto de los populistas de extrema derecha, ha recibido el apoyo de una parte de los populistas de extrema izquierda; como la mitad de los que votaron a Mélenchon, o algo así. Ya dijo Marine que era la candidata del pueblo, mientras que Macron era “el candidato de los bancos”. Lo mismo que dice aquí el que ustedes saben. Otra parte de los insumisos votó en blanco, por no votar al de los bancos.

HASTA los politólogos más torpes saben que los comunistas ortodoxos (y los fascistas) aprovechan la democracia para llegar al poder, si es posible, pero no creen en sus fundamentos, que consideran un invento burgués. Bien sea del Ibex 35, de la trama, o de cualquier contubernio. Pues también son muy de contubernios, como los otros, a los que tanto se parecen. Por eso, los mecanismos de la democracia, llegado el momento, se los pasan por el forro, sólo les interesa supeditarlos a sus fines. Y así intentan convencer a la gente de que todo se gana en la calle (que, al parecer, es suya), incluso las mociones de censura.

FRANCIA no es como España. Para empezar, tienen un sistema electoral con segundas vueltas, que permite a los franceses decidir sus presidentes y sus alcaldes sin tejemanejes de pactos entre partidos. Para seguir, funciona la teoría del bien común, que permite a la derecha y a la izquierda votarse, en caso de necesidad, para que no gane un ultra. El panorama español no es como el francés, porque aquí no existe un Frente Nacional como el de Marine Le Pen. Por el contrario, en todo lo demás, hay ciertas semejanzas. De modo que las elecciones de Francia nos han dejado algunas lecciones para reflexionar en España.

HEMOS pasado de la casta a la trama. Son los mismos, pero ahora les han puesto un autobús para crear polémica, como los fachas homófobos. A los de Podemos, después de que Pablo Iglesias se cepillara a Iñiguito Errejón (que intentaba poner un reducto de cierta transversalidad encubierta), les ha dado por señalar, ya sin disimulos. Y así están más totalitarios que antes. Todos los que no piensan como ellos son sus enemigos naturales. Es lo mismo que creían Hitler y Stalin, aunque a tanto no han llegado, por supuesto. De momento, se recrean con esa trama que han formado, en la que igual han incluido a corruptos condenados e investigados que a otras personas, simplemente porque no son de su cuerda. Como pasa en todos los totalitarismos: se señala.

EL Estado de las Autonomías progresa adecuadamente: ETA ha sido derrotada, por eso se desarma, porque no tiene futuro. Sin embargo, nos queda la cuestión catalana, que no ha sido desactivada. Buscar una salida en el laberinto catalán, que sea asumible por todos, parece difícil. Fue Rajoy a Barcelona, pidió sensatez, ofreció 4.200 millones de euros en inversiones para infraestructuras, y lo criticaron en Cataluña y en el resto de España. En Cataluña (donde reclaman esas inversiones desde hace años), porque no se fían y les parece poco. En el resto de España, pidieron qué hay de lo nuestro. En Andalucía se recordó cómo está el asunto ferroviario en Granada y en Almería, o el enlace de Algeciras con Bobadilla, y todo lo demás.