TENER directivos que adopten decisiones acertadas suele marcar la diferencia entre el éxito o el fracaso. En una empresa, cuando sus dirigentes se equivocan, causarán problemas incluso irresolubles. Por el contrario, cuando aciertan, les permitirá prosperar y crecer. Ahora parece que da igual equivocarse o acertar. En la política, se piensa que cualquier militante de un partido puede llegar a diputado o alcalde, incluso a consejero o ministro. Pero no es así. Una gestión equivocada genera consecuencias. Ese es el origen de los males de Cataluña. El paraíso del seny y la burguesía emprendedora, de la Gauche Divine liberal y progresista, tiene ahora unos dirigentes desastrosos. Eso ha llevado a Cataluña al caos.

A casi todo el mundo le ha parecido escandaloso que el París Saint Germain abone al Barcelona los 222 millones de euros de la cláusula de rescisión de Neymar. En realidad, los pagó Nasser Al-Khelaifi, con la tapadera de la sociedad que creó el jeque de Qatar, un estado que ha sido boicoteado por sus vecinos árabes, acusado de financiar a grupos terroristas; además de conseguir el Mundial de fútbol de 2022 con sobornos más que presuntos. Si bien es cierto que no sólo financian al equipo de París, ciudad tan castigada, sino que también lució su publicidad el propio Barcelona, cuando Sandro Rosell (condenado a pena de cárcel por otros tejemanejes) era presidente. Rosell fichó a Neymar en una operación en la que ocultaron, como mínimo, 40 millones de euros.

EL sector pedrista del PSOE de Andalucía ha cometido un error, un inmenso error. Vale que van de kamikazes, a la desesperada, sabiendo que los esperan con los cuchillos políticos afilados al menor despiste. Pero oponerse a la propuesta de “una Andalucía fuerte y de primera en una España cohesionada y solidaria” es apostar por una Andalucía de segunda. Y es tirar a la basura el espíritu del 28-F andaluz, que todos los que entienden mínimamente la historia del PSOE saben que fue el inicio de sus años triunfales. Dicho de otro modo, si el PSOE no hubiera apostado por una Andalucía de primera en los años de la Transición, probablemente Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero no hubieran llegado a la Moncloa, y Pedro Sánchez sería el líder de un partido minoritario, que parece su objetivo.

LOS Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, cuyo XXV aniversario se conmemora, tuvieron un simbolismo político más impactante que la Exposición Universal de Sevilla. Aquellos Juegos consagraban el espíritu olímpico de la Transición, hermanaban a Cataluña con el resto de España en una celebración de Estado, revalorizaban a la Monarquía Constitucional (y Deportiva) pilotada por el Rey Juan Carlos, certificaban la década triunfal en el poder del PSOE de Felipe González, premiaban la voluntad europeísta y la apertura al mundo de un país que había superado un pasado casposo para ser el epicentro de todas las movidas progresistas. Esa España de Felipe ya no era la de Franco, ni nadie hablaba de memoria histórica, ¿verdad?, porque los socialistas iban a cumplir 10 años en la Moncloa.

HOY es 18 de julio, una fecha de interés para la memoria histórica. Es oportuno recordar que el actual conflicto territorial de España tiene una parte de su origen en el franquismo. No solo porque les suprimieron los estatutos y marginaron las lenguas propias (pues eso afectó también a Galicia), sino porque Franco perseveró en una mala costumbre, que ha continuado hasta nuestros días: a los catalanes y a los vascos hay que comprarlos. El problema se controló concediendo inversiones en industrias e infraestructuras y beneficios. Los gallegos parecían más tranquilos. Además, Franco era gallego. Rajoy también, casualmente.