TANTO en las reuniones de amigos como en las tertulias de cierto nivel se está planteando una cuestión básica. Personajes como Donald Trump, Marine Le Pen, o los ultraderechistas europeos ¿son populistas o fascistas? Personajes como Pablo Iglesias, su maestro Tsipras antes de reciclarse, Beppe Grillo, o los anticapitalistas europeos ¿son populistas o comunistas? En realidad, se trata de un problema de palabras. Ya lo anunció San Juan: “En el principio fue la Palabra”. Pero después llegaron las palabras humanas, y muchas las carga el diablo para confundir. O, como escribió Philip Roth en Operación Shylock: “Las palabras sólo sirven para echarlo todo a perder”. Así que con las palabras hemos colocado a Donald Trump y a Pablo Iglesias en el mismo saco, siendo ellos tan diferentes.
ES cierto que la tragedia de la muerte originada por la inmigración ya no sorprende. En las tres últimas décadas, cientos de personas han muerto ahogadas en las costas gaditanas. Naufragios de pateras que sonaban como ruido de fondo. Estadísticas oficiales en las que se culpaba a Marruecos. Cuando surgían problemas de pesca, o de agricultura, se abrían los cerrojos. Cuando Bruselas y Madrid restablecían las negociaciones oportunas, se cerraban los candados. El servicio de vigilancia del Estrecho llegó para informatizar el caos, para ver pateras en monitor. Aquellas vigilias de oración que empezó a organizar el cura Gabriel Delgado con el obispo Antonio Ceballos. Los números de víctimas ya no escandalizaban. Vimos fotos de unos cadáveres en Zahara, junto a unos bañistas despreocupados.
HA sido muy curioso el resultado del Estudio General de la Opinión Pública en Andalucía (conocido como Egopa), que fue presentado la semana pasada. Casi todo el mundo ha destacado que el PSOE de Susana Díaz sería el partido más votado en unas elecciones autonómicas (que por ahora no se van convocar), con el 28,6% de los votos, frente al 26,2% del PP de Juanma Moreno. Y que el PP de Mariano Rajoy sería el ganador en unas elecciones generales, con el 22,9% de intención de voto directo, frente al 18,1% del PSOE de no se sabe quién (de Susana, de Patxi, o de Pedro, vaya usted a saber). Pero hay un dato que ha pasado casi desapercibido y que es muy duro: la buena gente está demasiado despistada, la buena gente está mal informada, la buena gente no se entera de nada, la buena gente parece que vota a tontas y a locas.
TIEMPOS duros esperan al PSOE si piensan en Patxi López para recomponer el partido, curar la división interna, evitar el sorpasso y aspirar a regresar alguna vez a la Moncloa. No es tan malo como Pedro Sánchez, pero tampoco mucho mejor. Su carrera política está desacreditada porque ha fracasado estrepitosamente las dos veces que ha ejercido responsabilidades institucionales. Tampoco es el mejor candidato para los del no es no, que juegan a chocar contra los populares (y eso lo sabrán los sanchistas y hasta los sanchopancistas), pues sus dos cargos de referencia (lehendakari vasco y presidente del Congreso de los Diputados) los consiguió gracias a pactos con el PP.
HA vuelto el oro de Moscú, ese poder omnipotente que se atribuye a los rusos. Obama, en su recogida, ha resucitado la memoria histórica de la Guerra Fría y ha culpado a Rusia de facilitar la victoria de Donald Trump. Todo para fastidiar a Hillary Clinton, todo porque el Partido Demócrata se la tenía jurada a Putin. ¿Quién nos iba a decir que Obama terminaría como Franco? Pues así ha sido. Ahora culpa de los males americanos al oro de Moscú y a los puñeteros rusos. Sólo faltaría que se ilumine la lucecita de El Pardo en la Casa Blanca.