EN la política española, estamos en un momento apasionante. No por esa moción de censura que ha presentado Pablo Iglesias para perder el tiempo, sino porque hay un ambiente preelectoral que da miedo. A unos y a otros se les puede ocurrir forzar unas elecciones generales para 2018. Después de la nueva política, entramos en el tiempo de los novísimos políticos, que son los mismos que vienen liando el guirigay desde 2015: Rajoy, Rivera, Sánchez e Iglesias. Lo malo, para ellos, es que se terminó el tiempo de los solistas con mayorías absolutas. Para gobernar se necesita un dúo lo más dinámico posible. Pues, entre estos cuatro, montar un trío parece imposible.

NO es una novedad, pero está de moda. Vivimos en el tiempo de los emojis y sobran las palabras. En los tiempos arcaicos de la vieja política también había comunicación no verbal, pero era más áspera. Por ejemplo, en un pleno municipal, si algún concejal esbozaba un corte de mangas se le entendía perfectamente. O si alguien ponía el dedo índice hacia arriba. Y, si mostraba dos dedos, cabía interpretar a distancia si era el signo de la victoria o unos cuernos como los de los bueyes del Rocío. Fíjense que Messi, Cristiano y todos los futbolistas de ciertas pretensiones se tapan la boca cuando hablan entre ellos, como si trataran secretos de Estado o la declaración del IRPF. En cambio, cuando reclaman al árbitro y sus auxiliares se les entiende todo.

HA aprendido a base de palos, según dicen sus amigos. Eso nos da una pista del truco que ha sabido utilizar Pedro Sánchez para ganar brillantemente las primarias del PSOE. Ha aprovechado la ola de victimismo que nos invade. Susana Díaz cometió el gravísimo error de hacerle el juego gratis. Ella misma lo insinuaba: Pedro es un perdedor. No como ella, que es la presidenta de Andalucía, la comunidad más poblada de España, la que tiene más militantes socialistas. Los perdedores han votado a Pedro el Perdedor, al mártir. Y así han ganado, porque se han olvidado de que la culpa de la pérdida fue del Perdedor, que los dejó con apenas la mitad de los 169 diputados que tuvieron en 2008 con Zapatero.

LOS debates entre candidatos de un partido sirven para poco. Si acaso para convencer a los que ya lo están. En unas primarias hay menos indecisos que en unas elecciones generales. Para el PSOE, la gran duda es elegir entre un modelo que atraiga a lo que queda de la clase media y otro que la espante. Y entre recuperar votos de la izquierda siendo más izquierdistas que nadie o por la vía del voto útil, que es como mejor les ha funcionado. No hay nada nuevo ni original. Pedro Sánchez es como volver al frente populismo de Largo Caballero, al PSOE de 1936. Y Susana Díaz es como volver a los muchachos de Suresnes de 1974, aunque ella no tiene el tirón de Felipe González, ni la España de hoy es la de entonces.

POR primera vez en los últimos meses, no ocurrió lo peor, sino lo menos malo. Es lo que piensan los franceses, que son pragmáticos. Haciendo las cuentas, se nota que a Emmanuel Macron lo han votado desde la derecha a la izquierda pasando por el centro. Es como si aquí votan a un candidato desde el PP al PSOE pasando por Ciudadanos. Toda la trama unida, para entendernos. Mientras Marine Le Pen, que no ha pasado del 35%, además del voto de los populistas de extrema derecha, ha recibido el apoyo de una parte de los populistas de extrema izquierda; como la mitad de los que votaron a Mélenchon, o algo así. Ya dijo Marine que era la candidata del pueblo, mientras que Macron era “el candidato de los bancos”. Lo mismo que dice aquí el que ustedes saben. Otra parte de los insumisos votó en blanco, por no votar al de los bancos.